Las Cien Mejores Poesías de la Lengua Castellana
Selección de Marcelino Menéndez y Pelayo
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A la Muerte del Maestre de Santiago
Don Rodrigo Manrique, Su Padre

Jorge Manrique
(1440–1479)

RECUERDE el alma dormida,
Avive el seso y despierte
Contemplando
Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte
Tan callando;
Cuán presto se va el placer,
Cómo después de acordado
Da dolor,
Cómo a nuestro parescer
Cualquiera tiempo pasado
Fue mejor.

Y pues vemos lo presente
Cómo en un punto s’es ido
E acabado,
Si juzgamos sabiamente,
Daremos lo non venido
Por pasado.
Non se engañe nadie, no,
Pensando que ha de durar
Lo que espera
Más que duró lo que vio,
Porque todo ha de pasar
Por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar en la mar,
Que es el morir;
Allí van los señoríos
Derechos a se acabar
E consumir;
Allí los ríos caudales,
Allí los otros medianos
E más chicos;
Allegados, son iguales
Los que viven por sus manos
E los ricos.

 
Invocación

Dexo las invocaciones
De los famosos poetas
Y oradores;
Non curo de sus ficciones,
Que traen yerbas secretas
Sus sabores.
A aquél solo me encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
De verdad,
Que en este mundo viviendo,
El mundo non conoció
Su deidad.

Este mundo es el camino
Para el otro, qu’es morada
Sin pesar;
Mas cumple tener buen tino
Para andar esta jornada
Sin errar.
Partimos cuando nascemos,
Andamos mientras vivimos,
Y llegamos
Al tiempo que fenecemos;
Así que cuando morimos
Descansamos.

Este mundo bueno fue
Si bien usásemos d’él
Como debemos,
Porque, segund nuestra fe,
Es para ganar aquel
Que atendemos.
Y aún el Hijo de Dios,
Para sobirnos al cielo,
Descendió
A nascer acá entre nos.
Y a vivir en este suelo
Do murió.

Ved de cuán poco valor
Son las cosas tras que andamos
Y corremos;
Que en este mundo traidor
Aun primero que muramos
Las perdemos:
D’ellas deshace la edad,
D’ellas casos desastrados
Que acaescen,
D’ellas, por su calidad,
En los más altos estados
Desfallescen.

Decidme: la hermosura,
La gentil frescura y tez
De la cara,
La color e la blancura,
Cuando viene la vejez
¿Cuál se para?
Las mañas e ligereza
E la fuerga corporal
De juventud,
Todo se torna gaveza
Cuando llega el arrabal
De senectud.

Pues la sangre de los godos,
El linaje e la nobleza
Tan crescida,
¡Por cuántas vías e modos
Se pierde su grand alteza
En esta vida!
¡Unos por poco valer,
por cuán baxos e abatidos
Que los tienen!
¡Otros que por no tener,
Con oficios non debidos
Se mantienen!

Los estados e riqueza
Que nos dexan a deshora
¿Quién lo duda?
Non les pidamos firmeza
Pues que son d’una señora
Que se muda.
Que bienes son de fortuna
Que revuelve con su rueda
Presurosa,
La cual non puede ser una,
Ni ser estable ni queda
En una cosa.

Pero digo que acompañen
E lleguen hasta la huesa
Con su dueño;
Por eso non nos engañen,
Pues se va la vida apriesa
Como un sueño:
E los deleites d’acá
Son en que nos deleitamos
Temporales,
E los tormentos d’allá
Que por ellos esperamos,
Eternales.

Los placeres e dulçores
D’esta vida trabajada
Que tenemos,
¿Qué son sino corredores,
E la muerte la celada
En que caemos?
No mirando a nuestro daño
Corremos a rienda suelta
Sin parar;
Desque vemos el engaño
E queremos dar la vuelta
No hay lugar.

Si fuese en nuestro poder
Tornar la cara fermosa
Corporal,
Como podemos hacer
El alma tan gloriosa
Angelical,
¡Qué diligencia tan viva
Tuviéramos cada hora,
E tan presta,
En componer la cativa,
Dexándonos la señora
Descompuesta!

Esos reyes poderosos
Que vemos por escripturas
Ya pasadas,
Con casos tristes, llorosos,
Fueron sus buenas venturas
Trastornadas;
Así que no hay cosa fuerte;
Que a Papas y Emperadores
E Perlados
Así los trata la muerte
Como a los pobres pastores
De ganados.

Dexemos a los Troyanos,
Que sus males non los vimos,
Ni sus glorias;
Dexemos a los Romanos,
Aunque oímos o leímos
Sus hestorias.
Non curemos de saber
Lo d’aquel siglo pasado
Qué fue d’ello;
Vengamos a lo d’ayer,
Que también es olvidado
Como aquello.

¿Qué se hizo el Rey Don Joan?
Los Infantes de Aragón
¿Qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
Que fue de tanta invención
Que truxeron?
Las justas e los torneos,
Paramentos, bordaduras
E cimeras,
¿Fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
De las eras?

¿Qué se hicieron las damas,
Sus tocados, sus vestidos,
Sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
De los fuegos encendidos
De amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
Las músicas acordadas
Que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar
Aquellas ropas chapadas
Que traían?

Pues el otro su heredero,
Don Enrique ¡qué poderes
Alcancaba!
¡Cuán blando, cuán alagüero
El mundo con sus placeres
Se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
Cuán contrario, cuán crüel
Se le mostró,
Habiéndole sido amigo,
¡Cuán poco duró con él
Lo que le dio!

Las dádivas desmedidas,
Los edificios reales
Llenos d'oro
Las baxillas tan febridas,
Los enriques e reales
Del tesoro;
Los jaeces, los caballos
De su gente e atavíos
Tan sobrados,
¿Dónde iremos a buscallos?
¿Qué fueron sino rocíos
De los prados?

Pues su hermano el inocente,
Qu’en su vida sucesor
Se llamó,
¡Qué corte tan excellente
Tuvo e cuánto gran señor
Le siguió!
Mas como fuese mortal,
Metióle la muerte luego
En su fragua.
¡Oh jüicio divinal!
Cuando más ardía el fuego
Echaste agua.

Pues aquel gran Condestable
Maestre que conoscimos
Tan privado,
Non cumple que d’él se hable,
Sino sólo que le vimos
Degollado.
Sus infinitos tesoros,
Sus villas e sus lugares,
Su mandar,
¿Qué le fueron sino lloros?
¿Qué fueron sino pesares
Al dexar?

E los otros dos hermanos,
Maestres tan prosperados
Como reyes,
Q’a los grandes e medianos
Traxeron tan sojuzgados
A sus leyes;
Aquella prosperidad
Que tan alta fue subida
Y ensalzada,
¿Qué fue sino claridad
Que cuando más encendida
Fue amatada?

Tantos Duques excellentes,
Tantos Marqueses e Condes
E Barones
Como vimos tan potentes,
Di, muerte, ¿dó los escondes
E traspones?
Y sus muy claras hazañas
Que hicieron en las guerras
Y en las paces,
Cuando tú, cruda, t’ensañas,
Con tu fuerza los atierras
E desfaces.

Las huestes innumerables,
Los pendones, estandartes
E banderas,
Los castillos impugnables,
Los muros e balüartes
E barreras,
La cava honda chapada,
O cualquier otro reparo
¿Qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada
Todo lo pasas de claro
Con tu flecha.

Aquel de buenos abrigo,
Amado por virtuoso
De la gente,
El Maestre Don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
E tan valiente,
Sus grandes hechos e claros
Non cumple que los alabe,
Pues los vieron,
Ni los quiera hacer caros,
Pues qu’el mundo todo sabe
Cuáles fueron.

¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
E parientes!
¡Qué enemigo d’enemigos!
¡ Qué Maestre de esforcados
E valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los subjetos!
¡A los bravos e dañosos
Qué león!

En ventura Octaviano;
Julio César en vencer
E batallar;
En la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
E trabajar:
En la bondad un Trajano;
Tito en liberalidad
Con alegría;
En su brazo, un Aureliano;
Marco Tulio en la verdad
Que prometía.

Antonio Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
Del semblante:
Adriana en la elocuencia;
Teodosio en humanidad
E buen talante.
Aurelio Alexandre fue
En disciplina e rigor
De la guerra;
Un Constantino en la fe;
Camilo en el grand amor
De su tierra.

Non dexó grandes tesoros,
Ni alcanzó muchas riquezas
Ni baxillas,
Mas fizo guerra a los moros,
Ganando sus fortalezas
E sus villas;
Y en las lides que venció
Caballeros y caballos
Se prendieron,
Y en este oficio ganó
Las rentas e los vasallos
Que le dieron.

Pues por su honra y estado
En otros tiempos pasados
¿Cómo se hubo?
Quedando desamparado,
Con hermanos e criados
Se sostuvo.
Después que fechos famosos
Hizo en esta dicha guerra
Que hacía,
Hizo tratos tan honrosos,
Que le dieron muy más tierra
Que tenía.

Estas sus viejas hestorias
Que con su brazo pintó
En juventud,
Con otras nuevas victorias
Agora las renovó
En senectud.
Por su grand habilidad,
Por méritos e ancianía
Bien gastada
Aleançó la dignidad
De la gran caballería
Del Espada.

E sus villas e sus tierras
Ocupadas de tiranos
Las halló,
Mas por cercos e por guerras
E por fuero de sus manos
Las cobró.
Pues nuestro Rey natural,
Si de las obras que obró
Fue servido,
Dígalo el de Portugal,
Y en Castilla quien siguió
Su partido.

Después de puesta la vida
Tantas veces por su ley
Al tablero;
Después de tan bien servida
La corona de su Rey
Verdadero;
Después de tanta hazaña
A que non puede bastar
Cuenta cierta,
En la su villa d’Ocaña
Vino la muerte a llamar
A su puerta.

 
(Habla la Muerte)

Diciendo: «Buen caballero,
Dexad el mundo engañoso
E su halago;
Vuestro coraçon de acero
Muestre su esfuerzo famoso
En este trago;
E pues de vida e salud
Fecistes tan poca cuenta
Por la fama,
Esfuércese la virtud
Para sofrir esta afrenta
Que vos llama.

»No se os haga tan amarga
La batalla temerosa
Qu’esperáis,
Pues otra vida más larga
De fama tan glorïosa
Acá dexáis:
Aunque esta vida d’honor
Tampoco no es eternal
Ni verdadera,
Mas con todo es muy mejor
Que la otra temporal
Perecedera.

»El vivir qu’es perdurable
Non se gana con estados
Mundanales,
Ni con vida delectable
En que moran los pecados
Infernales;
Mas los buenos religiosos
Gánanlo con oraciones
E con lloros;
Los caballeros famosos
Con trabajos e aflicciones
Contra moros.

»E pues vos, claro varón,
Tanta sangre derramastes
De paganos,
Esperad el galardón
Que en este mundo ganastes
Por las manos;
E con esta confiança
E con la fe tan entera
Que tenéis,
Partid con buena esperança
Que’estotra vida tercera
Ganaréis.»

 
(Responde el Maestre)

«Non gastemos tiempo ya
En esta vida mezquina
Por tal modo,
Que mi voluntad está
Conforme con la divina
Para todo;
E consiento en mi morir
Con voluntad placentera,
Clara e pura,
Que querer hombre vivir
Cuando Dios quiere que muera
Es locura.»

 
Oración

Tú que por nuestra maldad
Tomaste forma servil
E baxo nombre;
Tú que en tu divinidad
Juntaste cosa tan vil
Como el hombre;
Tú que tan grandes tormentos
Sofriste sin resistencia
En tu persona,
Non por mis merescimientos,
Mas por tu sola clemencia
Me perdona.

 
Cabo

Así con tal entender
Todos sentidos humanos
Conservados,
Cercado de su mujer,
E de sus hijos e hermanos
E criados,
Dio el alma a quien se la dio,
(El cual la ponga en el cielo
Y en su gloria),
Que aunque la vida perdió,
Nos dexó harto consuelo
Su memoria.

 
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Biografía de Jorge Manrique