Las Cien Mejores Poesías de la Lengua Castellana
Selección de Marcelino Menéndez y Pelayo
64  •  ÍNDICE  •  66
65

Elegía a las Musas

Leandro Fernández de Moratín
(1760–1828)

ESTA corona, adorno de mi frente,
Esta sonante lira y flautas de oro
Y máscaras alegres, que algún día
Me disteis, sacras Musas, de mis manos
Trémulas recibid, y el canto acabe,
Que fuera osado intento repetirlo.
He visto ya cómo la edad ligera,
Apresurando a no volver las horas,
Robó con ellas su vigor al numen.
Sé que negáis vuestro favor divino
A la cansada senectud, y en vano
Fuera implorarlo; pero en tanto, bellas
Ninfas, del verde Pindo habitadoras,
No me neguéis que os agradezca humilde
Los bienes que os debí. Si pude un día,
No indigno sucesor de nombre ilustre,
Dilatarlo famoso, a vos fue dado
Llevar al fin mi atrevimiento. Sólo
Pudo bastar vuestro amoroso anhelo
A prestarme constancia en los afanes
Que turbaron mi paz, cuando insolente
Vano saber, enconos y venganzas,
Codicia y ambición, la patria mía
Abandonaron a civil discordia.

Yo vi del polvo levantarse audaces,
A dominar y perecer, tiranos:
Atropellarse efímeras las leyes,
Y llamarse virtudes los delitos.
Vi las fraternas armas nuestros muros
Bañar en sangre nuestra, combatirse,
Vencido y vencedor hijos de España,
Y el trono desplomándose al vendido
Ímpetu popular. De las arenas
Que el mar sacude en la fenicia Gades,
A las que el Tajo lusitano envuelve
En oro y conchas, uno y otro imperio, I
ras, desorden esparciendo y luto,
Comunicarse el funeral estrago.
Así cuando en Sicilia el Etna ronco
Revienta incendios, su bifronte cima
Cubre el Vesubio en humo denso y llamas,
Turba el Averno sus calladas ondas;
Y allá del Tibre en la ribera etrusca
Se estremece la cúpula soberbia
Que al Vicario de Cristo da sepulcro.

¿Quién pudo en tanto horror mover el plectro?
¿Quién dar al verso acordes armonías,
Oyendo resonar grito de muerte?
Tronó la tempestad: bramó iracundo
El huracán, y arrebató a los campos
Sus frutos, su matiz: la rica pompa
Destrozó de los árboles sombríos:
Todas huyeron tímidas las aves
Del blando nido, en el espanto mudas;
No más trinos de amor. Así agitaron
Los tardos arios mi existencia, y pudo
Sólo en región extraña el oprimido
Ánimo hallar dulce descanso y vida.

Breve será; que ya la tumba aguarda
Y sus mármoles abre a recibirme;
Ya los voy a ocupar... Si no es eterno
El rigor de los hados, y reservan
A mi patria infeliz mayor ventura,
Dénsela presto, y mi postrer suspiro
Será por ella... Prevenid en tanto
Flébiles tonos, enlazad coronas
De ciprés funeral, Musas celestes;
Y donde a las del mar sus aguas mezcla
El Garona opulento, en silencioso
Bosque de lauros y menudos mirtos,
Ocultad entre flores mis cenizas.

 
64  •  ÍNDICE  •  66
 
Artículo Wikipedia de Leandro Fernández de Moratín