Vida de Ignacio Agramonte - Juan J. E. Casasus
Vida de Ignacio Agramonte • Juan J. E. Casasús
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L I B R O   T E R C E R O

 
Combate de las Minas de Tana o de Juan Rodríguez


Máximo Gómez no hubiera dejado para la historia un "Palo Seco", ni Cuba anotaría en el calendario de sus hechos de guerra ese tríptico que forman "El Naranjo", "Moja-Casabe" y "Las Guásimas de Machado", si el destino no llega a poner al frente de las tropas camagüeyanas, durante el trienio 71-73 el carácter, el corazón y la inteligencia singulares que levantaron muchos codos por encima de las cumbres gloriosas de su tiempo la personalidad insigne de Ignacio Agramonte y Loynaz.

J. J. E. C.

 
 LIBRO TERCERO
 

El fracaso de la "Junta de Información" como una de las causas inmediatas de la guerra. Declaraciones de Segismundo Moret. Informe de Francisco Lersundi al Ministerio de Ultramar.

Levantamiento de 10 de octubre de 1868. Pírala, Palabras de Zambrana. Sorpresa del Camagüey. El Marqués en la Habana; avisa a Ignacio Mora y éste a Bayamo de la salida de Campillo. Actitud de Morales Lemus. El "Diario de la Marina" de 15 de octubre de 1868. La Gaceta de la Habana de 13 del mismo mes y año. La revista "Defensa" de Camagüey. Conducta de Don Julián de Mena, gobernador de Puerto Príncipe. Mena convoca a reunión el 16 de octubre. Total de las fuerzas españolas en Cuba. Llegada de Salvador Cisneros a Camagüey. Alzamiento de Clavellinas. Toma de Guáimaro. Entrada de los prisioneros en Camagüey. Asalto al tren de Nuevitas. Se incorporan a los alzados Agramonte y el Marqués. Llega Valmaseda a Camagüey. Actitud de Napoleón Arango. Asamblea de Minas. Formidable réplica de Agramonte. Nombramiento de Augusto Arango para jefe de las fuerzas camagüeyanas. Envío de un delegado a Quesada. Sale Valmaseda del Camagüey. Combate de Bonilla. Relato del Marqués. De Juárez Cano. Descripción de la acción. Se encomienda a Agramonte la defensa del punto de mayor peligro. Su coraje en aquel combate. Bajas españolas y cubanas. Juicio crítico-militar de la acción.

Embarca Valmaseda a la Habana. Regresa y organiza su columna con la que avanza sobre Bayamo al través de Camagüey. Marcha difícil y lenta de la columna Valmaseda. Acción del Desmayo, donde estrenan los cubanos sus cañones de cuero. Utilizan los cubanos colmenas de abejas como arma ofensiva. Hostilizan al enemigo en el potrero Consuegra. Augusto Arango espera a los españoles en Arenillas. El mito de Anfión-Orfeo en nuestra Guerra Grande. Llega a la Guanaja Manuel de Quesada. Valor de la expedición que trae. Manifiesto de Quesada. Derrota de las cañoneras españolas en Guanaja. Heroísmo de Julio Sanguily. Decreta Céspedes la abolición de la esclavitud. "La Asamblea de Representantes del Centro" abole la esclavitud. Palabras de Sanguily. Texto del Decreto. Nombra el Camagüey Jefe del Ejército a Quesada. Recibe Augusto Arango a los comisionados de Dulce en La Atalaya. Viene Augusto Arango a Puerto Príncipe. Su asesinato ordenado por el gobierno español. Noble conducta del Comité Revolucionario del Camagüey. Sus comunicaciones con motivo de ese asesinato. Los comisionados y Céspedes. Hermosa carta de Carlos Manuel de Céspedes. Conducta de Napoleón Arango después de la muerte de su hermano. Viril manifiesto de Ignacio Agramonte a los camagüeyanos. Llega a Guáimaro el jefe de la revolución en Oriente. Se dirige al Presidente de Chile. Elección de la Asamblea de Representantes del Centro. Desembarca en la Guanaja el brigadier español Lesca. Emprende marcha a Camagüey. Combate en los pasos de la Sierra. Bajas españolas y cubanas. Juicio critico de la acción.

Levantamiento de Las Villas. Envían los villareños sus representantes a conferenciar con Céspedes. El 10 de Abril de 1869. Guáimaro. Visión de Vidal Morales. Se constituye la República. Céspedes; Presidente. Quesada; General en Jefe del Ejército. Sanguily describe el acto de la investidura. El problema de la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Ataque a las fuerzas del Coronel Goyeneche. Sale Goyeneche de Puerto Príncipe para atacar a Sibanicú. Combate con los insurrectos. Combate en la Ceja de Altagracia y derrota del General Lesca por Ignacio Agramonte. Versiones del combate por los cubanos y españoles. Estudio critico de la acción. Desembarca la expedición del Perrit. Incendio de Guáimaro. Combate de Sabana Nueva. Gobierno de Pueyo, Cañoneo de Puerto Príncipe por el General Agramonte. Relato de la acción. Su importancia. Juicio crítico. Ataque a Las Tunas por el General Quesada. Fracaso. Bajas cubanas. Juicio critico de la acción. Paralelo entre el ataque a Tunas y el cañoneo de Puerto Príncipe. Nombramiento de Jordán para el cargo de Jefe de Estado Mayor. Orden de la mayoría general del Camagüey. Reunión del Horcón de Najasa. Deposición del General Quesada. Conducta de Agramonte. Comunicaciones de la Cámara y de Quesada. Actitud del presidente. Su carta a Lorda. Gestiones de Agramonte para que la Cámara acepte la renuncia a Quesada. Combate de Minas de Juan Rodríguez. Descalabro español. Bajas por ambas partes. Partes ofícíales de la acción. Juicio de Sanguily sobre este combate en relación con su importancia. Combate del Clueco. Táctica cubana durante este período. Ataque a Punta Pilón por el General Jordán. Su renuncia. Carta al Representante Lorda. Simpatía recíproca entre Jordán y Agramonte. Declaraciones de Jordán en New York. Tiroteo del tren en que viajaba Pueyo hacia la Habana. Nombramiento de Agramonte para la jefatura del Distrito Militar de Camagüey el 4 de Abril de 1870.
 

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UNA de las causas inmediatas de la revolución que principiara en la Demajagua con el grito rebelde de Carlos Manuel de Céspedes constitúyelo, sin lugar a dudas, el fracaso de la "Junta de Información" creada por Decreto Real de 25 de noviembre de 1865, en cuya prosa falaz se declara que "la unidad de la Nación y de sus leyes no excluyó en lo pasado, ni excluirá enteramente en lo futuro, las naturales diferencias que la diversidad del estado social y de las condiciones económicas de las Provincias de Ultramar exigía en las leyes, porque debían ser regidas, por lo que habiendo desaparecido parte de esas diferencias y siendo los reinos de Castilla y de las Indias de una misma corona, las leyes y orden de gobierno de los unos y de los otros debían ser lo más semejante, siendo menester examinar no solamente el órden político y administrativo sino la situación económica de las Antillas, y no debiendo darse un solo paso en el camino de la reforma sin oir a los representantes de tan respetables intereses." La sesión inaugural de la Junta se efectuó en 30 de octubre de 1866, bajo la presidencia del Ministro de Ultramar, comenzando los trabajos el cuatro de noviembre del mismo año, pero el día 27 de abril de 1867 el gobierno español declaró cerrada la información e hizo caso omiso a los proyectos presentados por los representantes de las colonias. Y así como en el elemento liberal de Cuba había producido muy agradable impresión el envío a la Metrópoli de la Comisión Cubana, en la que figuraban hombres como José Antonio Saco, el Conde de Pozos Dulces, José Morales Lemus y Nicolás Azcárate, fué causa de disgusto y desazón el fracaso de los comisionados y, la indignación que en el país levantó, determinó el emplazamiento inmediato de todos los hombres de honor para el campo de la lucha, pues ya España declaraba que no modificaría el régimen de gobierno a que Cuba estaba sometida, con lo que no sólo defraudaba las justas aspiraciones de este pueblo sino que le burlaba cruelmente, dejando incumplidas las promesas hechas y poniendo en el mayor ridículo a los comisionados cubanos. Así el político español Segismundo Moret declaró que nunca se había llevado más sistemáticamente a un país hacia la desesperación; y Don Francisco Lersundi, en un informe al Ministerio de Ultramar, decía: "Triste es, pero necesario, confesar que la falta, la carencia absoluta de una política constante y uniforme hacia esta isla por parte del gobierno de la metrópoli que ya prometía concesiones y reformas, ya reprimía y defraudaba las esperanzas que el mismo había hecho gratuitamente concebir, ha producido un estado de desconfianza, intranquilidad y desasosiego generales, que difícilmente podrá tener remedio, si no se adopta pronto una marcha única, fija e invariable, que a la vez que prudente, liberal y justificada, haga respetable y respetado así al gobierno de España, como al representante que aquí tenga. Las leyes de Indias, ese monumento tan glorioso que elevó a tanta altura el nombre español, y la riqueza de la América Española, ha sido destruido, así como la poderosa e inquebrantable organización de nuestras colonias, sustituyéndolas, sin orden ni concierto, con un sistema burocrático, que a la par que costoso, ignorante y sin ventaja legítima alguna, permitía por un lado la inmoralidad más escandalosa, y contribuía por otro al desprestigio del Gobierno Superior Civil, de la Capitanía General, de toda autoridad, en fin: y todo esto ¿para qué? Para dar vida y explicar la existencia de un centro que se llama Ministerio de Ultramar, que para justificar la razón de ser, de que carece, no hace sino desmoronar y echar abajo, ciega y atropelladamente, todo lo que venía sancionado por el tiempo, y que implantado y arraigado de una manera muy profunda en las costumbres del país, sólo debiera alterarse con mucho cuidado, muy lenta y sobre todo muy uniforme y meditadamente."

Hemos visto a Agramonte incorporarse a la "Logia Tínima" tomando parte en la conspiración, aunque pensando siempre que el movimiento revolucionario no estallaría hasta 1869, según habían acordado los jefes camagüeyanos con los orientales, en su última entrevista. Así las cosas, el diez de octubre de 1868 promulga el manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba y da el grito de Independencia o muerte, en el Ingenio La Demajagua, el ilustre prócer Carlos Manuel de Céspedes. Dice a este respecto Pírala: "El correo portador de tal orden fué detenido el 9 de octubre en el Ingenio La Demajagua, situado en una de las ensenadas que forma el mar, en la costa que se extiende desde la desembocadura del río Cauto hasta Cabo Cruz al E. de Manzanillo; en el que estaban muchos reunidos; y como tuvieron el descuido de dejarle escapar, la situación de aquéllos no podía ser más comprometida; estaba descubierto su plan y esto lo confirmó el telegrafista Ismael Céspedes, revelando a don Carlos Manuel la orden de prenderle. Ya no cabían vacilaciones, precisaba obrar, era llegado el momento y no había de desperdiciarlo; destruir la insurrección y cuantas esperanzas en ella se fundaban, tener que emigrar o someterse a las consecuencias de un proceso, y ante los que le rodeaban no era posible; así que desplegó la bandera, que podía ser "el símbolo de sus esperanzas, de sus comprimidas aspiraciones, de sus fervientes votos", pero que no definía bien en aquellos azarosos momentos, las esperanzas y aspiraciones de todos. "Allí, dice Zambrana, mezcladas todas las clases y todas las razas, con el mismo generoso impulso en el pecho y la misma radiante y altiva satisfacción en el rostro, se hicieron los unos a los otros, enérgicas y solemnes promesas: que la patria seria redimida, el esclavo emancipado, la América lavada de su única mancha; que, para eso destruirían ellos mismos su hogar, abandonarían su familia, vivirían la vida ruda y trashumante del salvaje; que por eso aceptarían ellos la muerte; que no habría nada que los detuviese, nada que les acobardase; que empezando el combate ninguno pensaría que iba a morir, y que llegado el momento de morir ninguno moriría arrepentido. Después de esto, aquellos hombres, que procedían, los unos por raciocinio y los otros por instinto, en busca de alegría del género humano, del pacifico consorcio de todos los hombres en cada pueblo, y de todos los pueblos en la humanidad, se prepararon para la fuerza. Quedó la guerra declarada. Los que se pronunciaron con Céspedes eran 3'7; que se dirigieron a la sierra de Nagua; les amaneció el 10 en el batey de San Francisco y al medio día llegaron a la hacienda Palmas Altas, en la que dió Céspedes libertad a todos sus esclavos."

Camagüey esperaba el levantamiento para el año 69, a tal extremo que el Marqués ilustre se encontraba en la Habana, cuando la noticia de aquél le sorprendió:

El periódico "Cuba Libre", publicado a raíz de la Independencia, dice, por boca de un allegado del Marqués, lo siguiente: "La Logia "Tínima", a la cual se había afiliado Agramonte, era un centro de conspiración. En junio del 68 en ella se recibe una comunicación, por conducto de Francisco María Rubalcaba, para que secundara el movimiento que se intentaba llevar a cabo en Oriente, citando para una reunión en San Miguel de Rompe. Esta reunión se celebró habiendo actuado Carlos Manuel de Céspedes como maestro, pues todos los reunidos eran hermanos masones, y dijo que tenía acordado el levantamiento para el 3 de septiembre. Pero, acordado no ir al movimiento hasta después de la zafra del año 69, Salvador Cisneros fué ala Habana, a fin de conferenciar con Aldama, Morales Lemus y las Logias Masónicas que allí conspiraban, por nuestra independencia. Cuando inopinadamente, en octubre de 1868, Manuel de Armas, confidente de Lersundi, dió a Cisneros y a José Ramón Betancourt, allá en la Capital, la noticia de que en Yara se habían levantado proclamando la Independencia, asegurándolo, por haber visto un parte telegráfico al Capitán General. Entonces, cuenta Cisneros, "me dirigí al telégrafo y supe que estaba interrumpido hasta Tunas; pero al pasar por un establecimiento de la calle de Mercaderes, leí un telegrama que decía: "En el poblado de Yara, jurisdicción de Bayamo, se ha levantado una partida de bandidos, a cuya cabeza se encuentra un tal Pedro Aguilera y un licenciado en derecho de mala muerte de Manzanillo, Carlos Manuel de Céspedes, las fuerzas del gobierno los persiguen."

Pero a pesar del telegrama, despectivo e inocente, ese mismo día embarcaba el teniente coronel Campillo, con el regimiento de San Quintín, por el paradero de Villanueva y con dirección a Manzanillo. Los cubanos avisaron por telégrafo a Camagüey a Ignacio Mora, y de aquí se dió la noticia a Bayamo; por este motivo Modesto Díaz tuvo tiempo de prepararse y hacer morder el polvo al referido jefe español en las márgenes del Babatuaba.

Morales Lemus aconsejó al Marqués que se embarcase en seguida al Camagüey, para que secundase el movimiento, pues "no debía dejarse solos a los orientales, prometiéndole que ellos, los habaneros, les facilitarían los recursos que necesitaran." Estos datos los hemos tomado de un ejemplar del referido periódico "Cuba Libre", existente en el Museo Provincial de esta ciudad.

En el "Diario de la Marina" de la Habana del día 15 de octubre de 1868, cuyo ejemplar, existente en la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País, hemos leído, se dice lo siguiente: "La Gaceta de ayer nos da la noticia de que el 10 del corriente se levantó en el Partido de Yara, jurisdicción de Manzanillo, una partida de paisanos, sin que hasta el presente se sepa quién es el cabecilla que la manda ni el objeto que se propone. Supónese que se han unido a ella los bandoleros perseguidos en otras jurisdicciones; pero no debe distinguirse por el número ni el valor cuando al encontrarse, en el mismo pueblo de Yara, con una pequeña columna de tropas, que había salido de Bayamo, en su persecución, huyó cobardemente dejando sobre el terreno un muerto, cinco escopetas, un trabuco, cuatro machetes, una lanza y diez caballos con monturas, sin haber causado otro daño a los defensores del orden y de la propiedad que un ligero herido. Las autoridades de Cuba, Puerto Príncipe y otras jurisdicciones, se han apresurado a enviar fuerzas para ahogar instantáneamente ese aborto, que tiene tanto de ridículo como de criminal."

"La Gaceta de la Habana" del día 13 de octubre de 1868 tiene un suelto del mismo tenor que el precedentemente inserto; pero termina en la siguiente forma: "sobre los criminales que sean cogidos y que, según bando publicado, están ya incursos en la jurisdicción militar, caerá, pronto e inexorable, el peso de la justicia."

El historiador Juárez Cano, nos ha facilitado un ejemplar de la Revista "Defensa", publicado en esta ciudad de Camagüey, sin fecha, en la que aparece un trabajo suscrito por Salvador Cisneros en 1902, donde hablando, de los preliminares de la guerra de 1868, dice: que en la finca "San Miguel", fué presentado el Marqués al Presidente Aguilera, quien le dijo: "no tienen ustedes que hablar, pues ya se ha variado conforme a sus deseos; el mismo Carlos Manuel de Céspedes, representante por Manzanillo, ha pedido se demore el movimiento para poder terminar la zafra, y a esta petición se agrega la de otros pueblos de Oriente. La Junta ha decidido aplazar para 1869 el levantamiento." Dice que siguió la conferencia y que la junta encargó a los comisionados el hacer propaganda constante en Camagüey. "Que a él, en particular, le comisionó para ir a la Habana; que los comisionados se despidieron, creyendo pospuesto el movimiento y volvieron a Camagüey, dando cuenta de su cometido, siendo aprobada la gestión y habiéndose, al efecto de activar los trabajos, reunido una junta en la que estaban representadas las familias del Camagüey, usando, como local de reunión, el domicilio de Antonio Perdomo, en la calle de San Clemente. Continúa refiriendo su labor en la Habana hasta que le sorprendió el movimiento del 10 de octubre."

Como hemos visto, tanta sorpresa causó a los patriotas del Camagüey el alzamiento como a los mismos españoles. El Marqués emprende rápido viaje a esta ciudad y veremos lo que, entanto, hacen las autoridades españolas de Puerto Príncipe.

Gobernaba esta ciudad el Brigadier del Ejército Español Don Julián de Mena, quien recibió parte telegráfico desde Bayamo, donde se le comunicaba el levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes. El día 11 publicó una proclama, por la que declaraba en estado excepcional este distrito y sometía a quien se sublevare a los tribunales militares, los que impondrían la pena señalada a ese delito en la Ordenanza, advirtiendo, además, que la misma pena se le impondría a los instigadores, auxiliares o encubridores.

El referido general constituye la antítesis del Capitán General Lersundi, que gobernaba en Cuba en aquella época, pues, mientras éste no le dió importancia alguna al movimiento, aquél le atribuyó inmensas proporciones; dando prueba de absoluta incapacidad y de falta de condiciones militares, envió una pequeña columna a Tunas y se encerró en la ciudad de Camagüey, atrincherándose en el Convento de la Merced, fortificándolo, emplazando piezas de artillería en las azoteas del edificio y de las Escuelas Pías, con lo que concedía al movimiento insurreccional, de aquellos días, una importancia que estaba lejos de tener, y deprimía notablemente la moral de sus tropas, sorprendidas ante las excepcionales precauciones, que tomó aquel jefe quien, lejos de haberse encerrado, debió haber emprendido la persecución del enemigo. Con sus absurdas medidas, los insurrectos, sin haberse lanzado al monte en esta zona, ya dominaban la provincia, desde que el Gobernador se encerraba con las tropas disponibles en un convento (1). Estos errores los encuentra con frecuencia el historiador militar estudiando las campañas de Cuba, principalmente la campaña de 1868. Es principio universalmente conocido, en estas cuestiones de la milicia, que las tropas regulares al inicio de una campaña, de esta índole, disfrutan de una imponderable superioridad sobre las milicias revolucionarias que, aparte integrarse de ordinario con elementos inidóneos e indisciplinados, carecen de organización. Así, la lógica y la experiencia de consuno afirman que al ser atacados por fuerzas regulares, se obtiene como resultado invariable, la dispersión inmediata del núcleo rebelde. Este principio, que debe ser rigurosamente observado por todo jefe de fuerzas regulares, en los casos de insurrección, era frecuentemente quebrantado por los jefes del Ejército Español. Y aquí vemos como el Brigadier Mena fué el primer héroe cubano de la campaña en Camagüey, apuntando, con su ineptitud e incapacidad, a las armas libertadoras un notable éxito en esta provincia al principio mismo de la guerra.

Veamos lo que hizo Mena el día 16 y percatémonos de los efectivos con que contaba España al inicio de esta campaña, oyendo a Juárez Cano: "El comandante general de Puerto Príncipe, Brigadier Don Julián de Mena, reunió en su despacho a los jefes y oficiales de la guarnición, voluntarios y policías y a varias personas caracterizadas del comercio español, para darle cuenta de la situación general de la Isla, con motivo de la Revolución de Yara y de la línea de conducta que el gobierno, el capitán general y el propio brigadier, se habían trazado ante los sucesos citados, pidiendo apoyo a los allí presentes para la obra de pacificación que se proponía iniciar el poder central.

Decía el brigadier Mena que el gobierno contaba con recursos para aplastar a los sediciosos, pero que, no obstante ello, de la Península no tardarían en llegar refuerzos.

Sobre las fuerzas españolas en Cuba, decía el general que había listas para el servicio: doce regimientos de infantería; un cuerpo de ingenieros; uno de artillería; dos de caballería; una sección de la guardia civil; un regimiento de bomberos armados; un cuerpo de guardia correccional; dos compañías de guarnición de hospitales militares y cinco regimientos de milicias de caballería e infantería. Que todos esos cuerpos tenían un efectivo de:
Hombres
Tropas veteranas incluyendo la oficialidad14.300
Guardia Civil640
Guardia Correccional. (Sería Orden Público) 120
Bomberos armados1.000
Milicia montada y de a pie3.400
Soldados cumplidos y retenidos en servicio300
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Total de combatientes:19.760

Que esa tropa estaba distribuida así: 1.500 hombres en el Departamento Oriental; 2.000 en el Central (Camagüey), y el resto en el Occidental. Que este ejército era de primera clase, y aunque no todo estaba provisto de armas de los sistemas perfeccionados, habían unos 6.000 fusiles remington del último modelo, que había gran depósito de municiones y pertrechos de guerra en la Habana y que, después de guarnecidos. debidamente los fuertes y hospitales y cubiertos otros servicios de las ciudades, quedaban 10.000 hombres veteranos dispuestos para entrar en campaña.

Que contaba, además, el gobierno con la marina en aguas de Cuba, compuesta de las fragatas, de hélice, Gerona, de 51 cañones y la Carmen, de 40; dos vapores de ruedas, armados con dos cañones cada uno y cinco goletas de hélice, entre ellas Africa, Huelva y Andalucía con tres cañones cada una.

Después el brigadier leyó, a los concurrentes. los diversos telegramas recibidos de la Habana, donde se le aseguraba que el movimiento de Yara había fracasado, por no haber respondido el resto del país, como en los años de 1850 y 51.

El general expuso que tenía municiones suficientes de boca y guerra para sostenerse hasta que recibiera refuerzos del exterior, aparte de que aseguraba que el orden no sería alterado."

Salvador Cisneros Betancourt, como hemos dicho, salió de la Habana, para Camagüey, donde veremos en seguida a los patriotas celebrando una reunión de la Junta Revolucionaria, en la sociedad "El Liceo", con el propósito de secundar el movimiento que habían principiado los orientales; abierta a discusión sobre si procedía lanzarse de inmediato a la campaña o esperar a que Juan Nepomuceno Boza, informara acerca de la expedición que (costeada por aquel generoso Martín Castillo Agramonte, a quien auxiliaron la Junta de la Habana y varios compatriotas), debía venir al Camagüey. Suspendida la primera reunión y con conocimiento los cubanos, por telegrama que se había recibido de la Habana, que en el primer buque que desde allí zarpara para Nuevitas vendrían mil quinientos fusiles, se acordó detener el tren de dicho lugar a Camagüey y capturar tan rico y cuantioso botín de guerra. Al efecto, se dispuso emplazar a los cubanos, para el día siguiente, a orillas del río Clavellinas, a tres leguas de esta ciudad, y allí, respondiendo a la clarinada de la Demajagua, celebraron sus desposorios con la muerte, los primeros revolucionarios de la ciudad que consternada un día viera levantarse el patíbulo "para ajusticiar" a los protomártires de la libertad cubana.

Pero, cuando los héroes de Clavellinas se reunen, ya había otros cubanos en el Camagüey, tremolando el pendón de guerra. Y así ese mismo día, cuatro de noviembre, asaltan el cuartel de Guáimaro, haciendo capitular a sus defensores, a los que devuelven vivos a Puerto Príncipe, con lo que producen certero golpe al prestigio del Ejército Español, ya que la entrada de aquellos prisioneros en la ciudad de Camagüey, el día 8, al par que implicaba la prueba elocuente de la victoria cubana, hacía resaltar la nobleza del enemigo que, opuesto a crueles e infecundas ejecuciones, no seguía el camino trazado por España desde 1826. Corolario de la victoria de Guáimaro lo constituyó la actitud de Mena, pues fué este triunfo insurrecto el que le hizo atrincherarse en la Merced, el día 9 de noviembre. El jefe a quien cupo la gloria de ganar la mentada victoria fué Augusto Arango, luego vilmente asesinado por los sicarios de España cuando, trayendo la bandera de parlamento, llegó a esta ciudad. provisto de un salvoconducto y amparado en recién-promulgado decreto de amnistía, publicado por Dulce.

Se ha dicho que el día 4 de noviembre de aquel año Camagüey entero se lanzó al campo; efectivamente, además de los héroes de Clavellinas y de los vencedores de Guáimaro, había rebeldes en La Atalaya, cerca del Bagá, jurisdicción de Nuevitas, en Pueblo Nuevo, a una legua del paradero de Minas y en los alrededores de Cascorro y Sibanicú.

En tanto estos hechos acaecían en la manigua, Salvador Cisneros y nuestro biografiado se hallaban en la ciudad, enviando hombres y pertrechos, levantando el espíritu revolucionario y terminando la labor que aquí debía realizarse; hasta que el día 11, ya con datos ciertos de que se había librado orden de detención contra el Mayor, por habérselo comunicado el mismo telegrafista que recibiera el despacho de la Habana, en el cual se ordenaba aquélla, lanzose al campo, donde pronto le veremos.

El día 9 Angel Castillo Agramonte, comandando numeroso grupo de valientes, asalta el tren que de Nuevitas se dirigía a Camagüey, ignorando que los fusiles enviados por el gobierno para su ejército de operaciones, habían sido destinados al departamento oriental, por lo que resultó frustrada la operación. Los cubanos procedieron a practicar un registro minucioso de todo el convoy dando, desde luego, resultado negativo. El Marqués había contestado a los compatriotas de la Habana, por telégrafo, y en clave, con relación a este cargamento: "Pierdan cuidado que no llegarán". Efectivamente no llegaron las armas a Camagüey; pero tampoco a poder de la insurrección.

Durante todo el mes de octubre y parte de noviembre del 68 el general Don Julián de Mena fué prisionero de los insurrectos en la capital de Camagüey, con conocimiento de lo cual el capitán general de la isla dispuso que una fuerte columna, al mando del Conde de Valmaseda, le auxiliara, levantando el sitio de la capital y destruyendo los núcleos rebeldes. Era objetivo, además, de Valmaseda reconquistar la plaza de Bayamo, para lo que debía de atravesar esta provincia. El día 14 de noviembre desembarca en el estero de Vertientes, de donde escribió al capitán general, "que el día 17 entraría en Camagüey". Además de sus armas ofensivas utilizó este general, con magnífico resultado, la intriga y la falacia contra los cubanos en armas, para lo cual le valió de mucho Napoleón Arango, tipo vanidoso, amigo del gobierno y mendaz defensor de la causa cubana. Resultado del convenio entre Mango y Valmaseda fué que éste pudo entrar en Camagüey, después de tres días de marcha, desde Vertientes, sin que los cubanos le dispararan un tiro, pues Napoleón Arango, obrando .en connivencia con el hábil español, citó a los insurrectos para Clavellinas, con lo que impidió que estos le salieran al paso a Valmaseda.

En 26 de noviembre se celebra otra reunión, para tratar de las reformas que ofrecía el Gobierno Español. Esta reunión tuvo como escenario el pueblo de las Minas, a donde acudió nuestro biografiado y habiendo propuesto Arango la sumisión a Valmaseda y la adopción del programa de Cádiz, Agramonte se irguió, "inspiradísimo y arrebatado, y elevando la réplica a la majestad de la arenga," desbarató los argumentos del pacifista, concluyendo su pieza oratoria, breve; pero magnífica, con estas palabras: "Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan: Cuba no tiene más camino que conquistar su redención, arrancándosela a España por la fuerza de las armas." Después del Mayor habló el Marqués, argumentando que no podía dejarse abandonados a los patriotas orientales y que ya no cabía, entre Cuba y España, transacción posible. Acordada la guerra se constituyó el "Comité de Camagüey," integrado por Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio y Eduardo Agramonte. Se otorgó el nombramiento de general en jefe, de las fuerzas camagüeyanas, al insigne Augusto Arango, el héroe leyendario de la acción de San Carlos, se organizó la delegación de Minas, compuesta por Manuel Arteaga Borrero, Demetrio Castillo Batista, Alfredo Arteaga Quesada y Francisco Argilagos Guinferrer. Acto seguido la delegación envió un emisario al general Quesada, que se encontraba en Nassau, requiriendo sus servicios. Terminó la sesión en la mañana del día 27 cuando se aviaban los patriotas para la victoriosa acción de Bonilla, en la que derrotaron a la fuerte columna española que traía Valmaseda del Camagüey.

Con la derrota rotunda y merecida de Napoleón Arango, el general Valmaseda abandonó sus propósitos diplomáticos y ese propio día, 26 de noviembre, sale de Puerto Príncipe con dirección a Nuevitas, custodiando un convoy; pero en la mañana del 28, en el puente de Tomás Pío, cerca de los montes de Bonilla, le esperaban animosos, decididos y magníficos los cubanos mandados por jefes de la talla de Augusto Arango, Angel Castillo e Ignacio Agramonte.

Salvador Cisneros en sus apuntes biográficos dice: "Que se hallaban los cubanos en el campo de Minas discutiendo, por la tarde, después de haber nombrado el gobierno provisional del Camagüey, cuando llegó Juan Guerra, con la noticia de que Valmaseda venía por ferrocarril con 1.500 hombres. Que Augusto Arango dió la orden de marchar a Bonilla y parapetarse; que Valmaseda avisó, por conducto de Severino Vega, que al día siguiente vendría a Minas a hacer la paz y a almorzar con los cubanos, habiéndole contestado Augusto que estaba "preparado para recibirlo", y, efectivamente, al día siguiente, por la mañana, se da la más bonita acción en la Ceja de Bonilla. Refiriéndose a Agramonte dice el Marqués: "en Bonilla se portó Ignacio muy valiente y bien; en un principio rechazó a más de media docena de soldados que intentaron llegar hasta él, mas habiendo sido herido levemente, su primo y concuño Eduardo, muy al principio de la acción, dejó el campo para acompañarle y llevarle. La acción comenzó a las diez y media y a los primeros disparos mis fuerzas, las de Arístides Arango, las de Esteban Duque Estrada y Angel Castillo, comenzaron a disparar contra' el enemigo hasta agotar el escaso parque que llevaban, lo que nos obligó a retirarnos ordenadamente de la línea de fuego. A las doce del día sólo quedaron con Augusto Arango una docena de patriotas, entre ellos la mayor parte mozalbetes y con éstos sostiene la acción Augusto, hasta las tres de la tarde, en que el enemigo abandona el campo llevándose más de cuarenta heridos al Ingenio Canet, a cinco kilómetros de allí. No puedo prescindir de dar los nombres de los que se portaron con heroísmo, además de Ignacio, que tuvo que marcharse, y Augusto, que sería hacerle un insulto si no lo nombrase," termina el Marqués, refiriéndose en general a la acción.

Juárez Cano dice que las fuerzas de Arango, bien montadas, estaban muy mal armadas y municionadas, pues solamente contaban con tres rifles de aguja, veinte y dos fusiles belgas y treinta y seis españoles de cargar por la boca, ocho trabucos antiguos, treinta y dos escopetas de caza y cincuenta y dos revólveres y pistolas. En total, ciento un armas de fuego largas y cincuenta y dos cortas. Que las municiones de aquel bisoño ejército eran escasas y deficientes y consistían, según el testimonio de Ignacio Mora, en una centena de cartuchos, para los rifles, y poca cantidad de pólvora con dos quintales de balas de plomo. Que el general Arango quiso darle organización militar a su gente, pero que los patriotas le objetaron su odio al militarismo y su deseo de pelear por partidas, en virtud de lo cual fué dividido el contingente en diez grupos que comandaron los siguientes jefes: Augusto Mango, Salvador Cisneros, Serapio Arteaga, Esteban Duque Estrada, Angel Castillo Agramonte, Ignacio Mora, Ignacio Agramonte, Arístides Arango, Pedro Recio y Luis Magín Díaz.

Colocóse el General Mango en la Ceja de Bonilla, junto al puente de Tomás Pío Betancourt, punto que escogió para interceptar la marcha del enemigo y batirlo ventajosamente. Dando muestra de su capacidad militar, ocupó la posición con infantería, mandando a los caballos al monte cercano, con encargo de que los cuidaran los negros de la impedimenta y de que fueran colocados lejos de la zona peligrosa, que había de batir el fuego enemigo.

El Marqués dijo que al escoger Arango las distintas posiciones, desde donde se haría frente al enemigo, se reservó el punto más avanzado y de mayor peligro al joven Ignacio Agramonte, abogado del Príncipe que días antes se había incorporado a la revolución, posición que estaba situada al este del arroyo de Bonilla, en lugar que el hombre marcara después, porque allí, precisamente, construyeron un fortín, en el punto donde cayó el primer enemigo, muerto en combate personal con el citado Agramonte. La tropa española fué sorprendida por el fuego de la infantería cubana, apostada, y al correr la vanguardia a guarecerse hacia el centro, se destacó un piquete del flanco derecho de la columna, que fué atacado por Agramonte al frente de su grupo, matando personalmente a dos e hiriendo a cuatro más, de los que lo formaban, con lo que el Mayor puso fuera de combate, él solo, a la mitad de los elementos que integraban esa guardia de flanco. Al notar los patriotas que aquellos componentes de la columna se replegaban, y que abrían brecha en las filas enemigas, cuyos soldados ofrecían magnífico blanco a sus fusiles, cargaron a la carrera y acuchillaron, en lucha cuerpo a cuerpo, a muchos españoles empleando también el arma corta, logrando Valmaseda poner término a la acción cuando, repuesto de la sorpresa, ordenó fuego de artillería que puso inmediatamente en dispersión a la tropa irregular. Acto seguido la columna adoptó formación de batalla, quedando del lado insurrecto sólo unos sesenta hombres, combatiendo desde sus buenas posiciones, hasta que agotaron las municiones; continuando entonces hostilizando al enemigo el valiente general Arango y unos contados tiradores que lograron verlo abandonar la ruta férrea y tomar rumbo, derrotado y maltrecho, hacia el Ingenio Canet.

Las bajas españolas consistieron en muchos muertos y heridos, según los cubanos; los españoles confesaron diez muertos y treinta y dos heridos: las tropas cubanas experimentaron dos heridos solamente.

La acción de Bonilla, que constituyó halagüeño triunfo para las fuerzas libertadoras, les reveló, además, el alto valor que la manigua y el monte tenían para ellas, les dió a conocer el escaso valor táctico de las tropas españolas y les mostró como un pequeño número de patriotas, atrincherados en la manigua irredenta, podía contener y vencer a una fuerte columna enmiga. Esta acción campal, la primera en Camagüey entre fuerzas de las dos naciones, levantó el espíritu de los patriotas, dándoles ese elemento imponderable que tanto vale en la lucha armada: la fuerza moral. En Bonilla comprendieron los cubanos como provistos de fusiles de retrocarga, incomparablemente superiores a las obsoletas y deficientes carabinas que les sirvieran en esta acción, podían vencer a núcleos importantes del ejército enemigo, armado todavía en esta época de fusiles de avancarga. Así vemos al Mayor Agramonte pidiendo fusiles Spencer, con los cuales afirma poder detener, de una manera infalible, en los caminos camagüeyanos, la marcha de una columna, cualquiera que sea el número de soldados de que se componga, si no queda completamente destrozada. Esto lo dice en carta a Francisco Javier Cisneros, en New York, días después de la gloriosa acción que relatamos, desde el campamento camagüeyano de Sibanicú y ya allí habla de las seguridades con que podrían contar los cubanos para esperar el éxito en la lucha armada. Esto lo demostró y enseñó al cubano bisoño la victoriosa acción de Bonilla, con cuyo recuerdo aparece también, al través de los setenta años que de ella nos separan, la figura titánica del caudillo insigne dando muerte, por su propio brazo, como los atridas ante Troya, a varios soldados enemigos. (2)

La columna de Valmaseda es hostilizada por los cubanos hasta que entra en San Miguel. El general embarca inmediatamente para la Habana, regresando el 20 de diciembre y formando una columna de 1.500 hombres, principia su marcha sobre el territorio camagüeyano.

El 20 de diciembre de 1868 lanza el general Valmaseda una proclama desde Nuevitas y dos días después emprende su referida marcha memorable a través de nuestra provincia, con dirección a Bayamo, pasando por Sibanicú, Cascorro y Guáimaro.

La columna de Valmaseda, fuerte de cerca de dos mil hombres de las tres armas, estaba integrada por un batallón del regimiento de España, los voluntarios movilizados de Matanzas (3), dos compañías de cazadores de San Quintín, una batería de campaña y alguna fuerza de caballería. La columna larga y lenta en el andar llevaba una impedimenta de 18 carretas y más de cien acémilas; su jefe, ejemplar típico de oficial de alta graduación en el ejército de España, "indolente y adiposo", marchaba en una volanta, circunstancias todas que facilitaban a los jefes mambises el hostilizarla, lo que constantemente verificaron; habiendo estrenado, los héroes de la manigua, sus cañones de cuero que fabricara en Guáimaro el patriota Clodomiro del Risco. Ello tuvo lugar en la acción del "Desmayo" donde hubo derroche de teatralería, con cargas a la bayoneta, fuego por descargas y maniobras de la artillería española. Pero oigamos a Pirala relatar esta acción: "Toda la columna salió de San Miguel en la mañana del 22, dejando este punto fortificado, con una respetable guarnición, al mando del capitán don Salvador Ayuso, y bien guiadas las tropas del conde por el capitán de partido Gómez, excelente conocedor del terreno que iban a recorrer, siguieron una marcha pausada por el mal estado de los caminos, llevando un convoy de unas cien acémilas y 18 carretas con dos yuntas de bueyes cada una, que iban a retaguardia con víveres y municiones. Con un herido, habido en un pequeño tiroteo en el monte Desmayo, pernoctaron en el potrero la Viuda; se hizo alto el 23 en el ingenio San Bartolo; se aligeró el peso de las carretas, aunque se aumentó su número; prosiguió la marcha el 14; peleóse bravamente en el Desmayo, donde Mendigurren con sus cazadores de San Quintín cayó tan oportunamente a la bayoneta sobre los insurrectos, que le cogieron un cañón, matando a los que le defendían antes que pudiesen dispararlo contra el centro de la columna, al cual apuntaba. Continuó el fuego avanzando por espacio de media hora, tiempo necesario para cruzar la media legua de bosque que faltaba, y en dos cargas sucesivas a la bayoneta que dieron los voluntarios y los flanqueadores de España, tomaron al enemigo dos cañones más, al parecer de la misma fábrica que el anterior. Desembocaron los españoles en una sabanita y dos disparos de granada ahuyentaron a los insurgentes de la vanguardia. Si esto detuvo su ímpetu, no impidió continuara peleando la retaguardia, cerca de tres horas, sin causar pérdidas notables, como tampoco las causaron las 26 colmenas con abejas que colocaron en medio del camino, las que, gracias a las disposiciones del general, no se esparcieron entre el ganado, lo cual hubiera producido lamentables consecuencias. Dejando tres muertos, según consigna un testigo, y llevando cinco heridos, penetraron en el potrero Consuegra, en el que celebraron alegremente la Noche-Buena."

Toda la noche hostilizaron los cubanos al enemigo en este lugar, donde supo el Conde que Augusto Mango, el campeón glorioso de Bonilla, el muerto vivo, el del cráneo de plata, (4) le esperaba en el río "Arenillas" y además de una fuerte emboscada le tenía preparada una piara de ganado bravío para lanzarlo, como una tromba, sobre la columna hispana, por lo que esquivó el encuentro.

En esta guerra santa, donde todo era bello, por el lado insurrecto, la manigua y el bosque, los caminos y los ríos y hasta el ganado y las abejas se ponían de parte de la causa de la independencia; se realizaba el mito de Anfión-Orfeo, de la leyenda antigua, cuya armonía musical, arrobadora e incoercible, unía a las piedras y a los árboles en ordenación arquitectónica y a los seres vivos, incluso a los animales, en ordenación moral!

Pero dejemos a Valmaseda camino de Bayamo y vengamos a recibir a la playa de la Guanaja al general Manuel de Quesáda, que con una fuerte expedición de armas y pertrechos venía a incorporarse a la revolución.

En la madrugada del 27 de diciembre de 1868 los .centinelas cubanos que otean anhelantes el horizonte ven avanzar. rauda y a todo trapo, impelida por favorable viento norte y "hábilmente dirigida por intrépido timonero", la nave que conduce al general Manuel de Quesada, con dos compañías de fusileros, organizadas en Nassau, más de 2.000 fusiles Enfield, 150 carabinas Spencer, 700.000 tiros, granadas, pólvora y artículos de vestuario y equipo adquiridos por Martín Castillo (5) , que sacrificó toda su fortuna, Diego y Enrique Loynaz y el Comité Revolucionario de la Habana. Ella nos traía al cultísimo y delicado Rafael Morales, al poeta Luis Victoriano y al centauro José Payán. El general Quesada dirige, en el acto, el siguiente manifiesto al País: "Ciudadanos: Tres siglos de cadenas y de oprobios no han bastado a hacernos esclavos de los tiranos. Al grito de ¡Libertad! ningún cubano ha permanecido indiferente. Nuestros campos, inundados de patriotas, han sido bautizados con la sangre de nuestros hermanos. Doce años de guerra contra la injusticia y la tiranía me autorizan con los honores de ciudadano general del Ejército Mejicano; y pródigo siempre en ofrecer mi sangre a la patria os traigo, con mi espada, elementos suficientes para derribar con los vuestros, ese trono tiránico, origen de nuestra servidumbre y al que hasta hoy habéis estado encadenados. Nuestra guerra no es contra los españoles, sino contra su gobierno despótico. La bandera de la libertad no desconoce ninguna nacionalidad: a su sombra encontrarán protección los intereses y los hombres de todas las naciones. Sus amigos son nuestros amigos: sus enemigos, los enemigos de la patria. Nuestro lema es Unión e Independencia. Con unión seremos fuertes. Con unión seremos invencibles. Con unión seremos libres. ¡Viva la América libre! Camagüey, Diciembre de 1868. Manuel Quesada."

Tan pronto ponen el pié en tierra los legionarios, lo que se realiza con facilidad y prontitud, y una vez desembarcado todo el material de guerra, penetran en la bahía dos cañoneras españolas, con crecido número de soldados. Pero ya los cubanos habían puesto en estado de defensa la playa de la Guanaja, animados del propósito de buscarse un puerto para el alijo de las expediciones y mantener contacto con sus hermanos del exterior. Hablase construído un magnífico fuerte, de madera con estacada de jiquí y profundo foso; y habíase establecido campo atrincherado alrededor del poblado protegido, en gran parte, por obras de caoba; dirigió esta incipiente castrametación el patriota Manuel Arteaga. Por lo tanto, al presentarse los españoles, frente al pueblo, y empezar a cañonearlo, fué contestado el fuego con vivo tiroteo por los fusileros de Quesada, los que rechazaron la fuerza española, de desembarque, a la que produjeron numerosas bajas.

En un momento de la acción, la bandera de la estrella solitaria, que flotaba orgullosa sobre el parapeto cubano, cae azotada por una ráfaga de viento, sobre la arena protectora de la defensa. Los españoles, creyendo que la habían derribado, con su fuego, prorrumpen en aclamaciones y vivas a España y en ese instante mismo el joven Julio Sanguily, que luego veremos cubrirse otra vez de gloria, en los campos estremecidos por el galope de guerra, bajo el fuego enemigo, trepa a la trinchera, salta al exterior, recoge la bandera, sube a lo alto del parapeto, y la planta allí, escapando milagrosamente a la lluvia de proyectiles que le enviaba el contrario, y ocupando su puesto nuevamente en las filas de la libertad, de donde lo aclamaron con estrepitosos vivas a Cuba. Este rasgo, como dijo Vidal Morales, auguraba su cualidad predominante de guerrero: la osadía llevada a lo increíble.

Cuando los españoles gastaron su parque de artillería, y gran parte del de fusil, el comandante abandonó el puerto enfilando hacia Nuevitas y llevando la noticia de que los filibusteros cubanos habían convertido a la Guanaja en puerto fuerte. Guanaja fué el único puerto que tuvimos en nuestro poder durante la guerra de independencia y el único, pues, de donde rechazamos con éxito a los barcos españoles. Pronto veremos que las circunstancias nos obligaron a abandonar la gloriosa playa.

Ese mismo día. veintisiete de diciembre, en que desembarea el general Quesada, ocurre otro hecho digno de mención y de la historia: El Presidente Céspedes publica su proclama aboliendo la esclavitud de Cuba libre: "Carlos Manuel de Céspedes, Capitán General del Ejército Libertador de Cuba y encargado de su gobierno provisional. La revolución de Cuba, al proclamar la independencia de la Patria, ha proclamado con ella todas las libertades y mal podría aceptar la grande inconsecuencia de limitar aquéllas a una sola parte de la población del país. Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista; y la abolición de las instituciones españolas debe comprender y comprende, por necesidad y por razón de la más alta justicia, la de la esclavitud como la más inícua de todas. Como tal se halla consignada esa abolición entre los principios proclamados en el primer manifiesto dado por la revolución. Resuelta en la mente de todos los cubanos verdaderamente liberales, su realización, en absoluto, ha de ser el primero de los actos que el país efectúe, en uso de sus conquistados derechos. Pero sólo al país cumple esa realización, como medida general cuando, en pleno uso de aquellos derechos pueda, por medio del libre sufragio, acordar la mejor manera de llevarla a cabo con verdadero provecho, así para los antiguos como para los nuevos ciudadanos. El objeto de las presentes medidas no es, por lo tanto, ni podrá ser la arrogación de un derecho de que están lejos de considerarse investidos los que' se hallan hoy al frente de las operaciones de la revolución precipitando el desenlace de cuestión tan trascendental. Pero no pudiendo a su vez oponerse el gobierno provisional al uso del derecho que por nuestras leyes tienen y quieren ejercer numerosos poseedores de esclavos, de emancipar a éstos desde luego; y concurriendo, por otra parte, con la conciencia de utilizar por ahora en el servicio de la patria común a esos libertos, la necesidad de acudir a conjurar los males que a éllos y al país podrían resultar de la falta de empleo inmediato, urge la adopción de medidas provisionales que sirvan de regla a los jefes militares que operan en los diversos distritos de este departamento para resolver los casos que vienen presentándose en la materia. Por tanto, y en uso de las facultades de que estoy investido he resuelto que por ahora, y mientras otra cosa no se acuerde por el país, se observen los siguientes artículos: 1°—Quedan declarados libres los esclavos que sus dueños presenten, desde luego con este objeto, a los jefes militares, reservándose a los propietarios que así lo deseen el derecho a la indemnización que la nación decrete y con opción a un tipo mayor al que se fije para los que emancipen más tarde. Con este fin se expedirán a los propietarios los respectivos comprobantes. 2°—Estos Iibertos serán, por ahora, utilizados en servicio de la patria de la manera que se resuelva. 3°—A este objeto se nombrará una comisión que se haga cargo de darles empleo conveniente conforme un reglamento que se formará. 4°—Fuera del caso previsto, se seguirá obrando con los esclavos de los cubanos leales n la causa de los españoles, y extranjeros neutrales, de acuerdo con el principio de respeto a la propiedad, proclamado por la revolución. 5°—Los esclavos de los que fueren convictos de ser enemigos de la patria y abiertamente contrarios a la revolución, serán confiscados con sus demás bienes y declarados libres, sin derecho a indemnización, utilizándolos en servicio de la patria ,en los mismos términos ya prescriptos. 6°—Para resolver respecto a las confiscaciones de que trata el artículo anterior se formará el respectivo expediente en cada caso. 7°—Los propietarios que faciliten sus ,esclavos para el servicio de la revolución sin darlos libres por ahora, conservarán su propiedad mientras no se resuelva sobre la esclavitud en general. 8°—Serán declarados libres, desde luego, los esclavos de los palenques que se presentaren a las autoridades cubanas, con derecho bien a vivir entre nosotros o a continuar en sus poblaciones del monte, reconociendo y acatando el gobierno de la revolución. 9°—Los prófugos aislados que se capturen o los que sin consentimiento de sus dueños se presenten a las autoridades o jefes militares, no serán aceptados sin previa consulta con dichos dueños o resolución aceptada por este gobierno, según está dispuesto en anterior decreto. Patria y libertad. Bayamo, diciembre 27 de 1868. Carlos Manuel de Céspedes."

Se ha dicho que revela este Decreto del Presidente Céspedes un alto sentido práctico, pues se afirman en él los principios de igualdad y reconocen los derechos fundamentales del hombre, cumpliendo el ideario de la lucha y, al mismo tiempo, para no restar simpatía, y captarse la enemistad de los ricos terratenientes, dueños de negradas, se les concede el derecho de retenerlos. Es decir, se coloca el gobierno revolucionario en un punto medio, entre los postulados de la justicia ideal y la realidad que se vivía en Cuba. Pero evidentemente, en el terreno ideológico, el referido decreto, se concita la censura más fuerte, aunque en el terreno pragmático constituyera un. éxito de estado. Dos meses después, en 26 de febrero de 1869, la "Asamblea de Representantes del Centro", integrada por hombres de principios elevados, imbuídos del ideario demo-liberal, que preponderaba entonces en el viejo continente; quizás con menos sentido práctico de la vida, promulga el memorable decreto que en seguida vamos a insertar, del cual dijo Manuel Sanguily que constituía la más decisiva conquista de aquella década olímpica: "La institución de la esclavitud traída a Cuba por la dominación española, debe extinguirse con ella. La Asamblea de Representantes del Centro, teniendo en consideración los principios de eterna justicia, en nombre de la libertad y del pueblo que representa, decreta: 1°—Queda abolida la esclavitud. 2°—Oportunamente serán indemnizados los dueños de los que hasta hoy han sido esclavos. 3°—Contribuirán con sus esfuerzos a la independencia de Cuba todos los individuos que por virtud de este decreto le deben su libertad. 4°—Para este efecto, los que sean considerados aptos y necesarios para el servicio militar, engrosarán nuestras filas, gozando del mismo haber y de las propias consideraciones que los demás soldados del Ejército Libertador. 5°—Los que no lo sean, continuarán, mientras dure la guerra, dedicados a los mismos trabajos que hoy desempeñan, para conservar en producción las propiedades y subvenir al sustento de los que ofrecen su sangre por la libertad común; obligación que corresponde de la misma manera a todos los ciudadanos hoy libres, exentos del servicio militar, cualquiera que sea su raza. 6°—Un reglamento especial prescribirá los detalles del cumplimiento de este decreto. Patria y libertad. Camagüey, febrero 26 de 1869. La Asamblea. Salvador Cisneros Betancourt. Eduardo Agramonte. Ignacio Agramonte. Francisco Sánchez Betancourt. Antonio Zambrana."

Los camagüeyanos habían nombrado, por medio de su Comité Revolucionario, jefe militar del departamento al general Augusto Arango; pero como le tenían ofrecido ya, a Manuel de Quesada, que traía los lauros de oficial general, en el ejército de Méjico, el mando de las tropas, tan pronto llegó éste fué sustituido el general Arango. Quesada fijó su cuartel general en la zona de Tibisial; siete leguas al noroeste de Puerto Príncipe.

Evidentemente que influyó, de modo decisivo, en este cambio de jefatura, la actitud del hermano de Augusto, Napoleón, de quien hemos hablado y cuya conducta intrigante y antirrevolucionaria, produjo tanto quebranto a la causa de la libertad impidiéndole, como vimos más arriba, hostilizar a la columna de Valmaseda en su marcha de Vertientes a Puerto Príncipe. Además, el valioso aporte que en hombres y pertrechos traía el general Quesada constituía mérito singular que, unido a lo anterior, y vistas las circunstancias especiales en que se hallaba colocado Arango, propiciáronle el acceso al mando de las tropas camagüeyanas, el que se le confirió con fecha 31 de diciembre de 1868; quedando encargado "el activo y diligente triunvirato". que integraba el Comité de Gobierno, formado por Ignacio y Eduardo Agramonte, con el Marqués de Santa Lucía, de dar forma a la administración civil y económica de la comarca, creando prefecturas y proveyendo a los servicios auxiliares del incipiente e improvisado ejército revolucionario.

Era tal la influencia que Napoleón ejercía sobre el prestigioso Augusto que hallándose éste acampado, con las fuerzas que integraban el regimiento de Caunao en la zona de Atalaya, a dos leguas y media de Nuevitas, recibió a los comisionados del General Dulce, con los que convino entrevistarse con los miembros del Comité Revolucionario del Camagüey y mostrarles ,el plan de reforma; pero, rechazado éste por los miembros del Comité, resuelve el heroico general, disparado tal vez por qué resorte, misterioso y desconocido, venir a Puerto Príncipe, provisto de un salvo conducto del Gobernador de Nuevitas y amparado por el Decreto de amnistía que el general Dulce acababa de promulgar en aquellos días. Decreto enviado por los revolucionarios españoles de Septiembre al Capitán General de la Isla, el que publicó cl "Diario de la Marina", de 12 de enero de 1869 y por el cual se concedía indulto a todos los insurrectos que se presentaran en el término de cuarenta días. Así le vemos abandonar la manigua insurrecta y sin permiso ni anuencia del Comité Revolucionario ni de la jefatura del Ejército, llegar a Puerto Príncipe, desarmado y confiado en la lealtad del Gobierno español, prevalido tanto del documento que traía en su bolsillo cuanto de la referida proclama de amnistía del Capitán General.

Al llegar a la ciudad inquiere por el jefe de policía, a quien se encuentra en el Casino Campestre y quien lo autoriza para cruzar el puente; pero tan pronto vuelve la espalda el confiado cubano es asesinado por detrás. De su bolsillo le extrajeron un ejemplar del periódico donde venía inserto el decreto de amnistía. Le condujeron, luego de asesinado, al cementerio en medio de la algazara y los gritos de la turba miserable. Este asesinato, repelente e inexplicable, cometido por ,el Gobierno de España, encendió en fervores de santa indignación a la manigua insurrecta, como tendremos ocasión de ver dentro de un rato. (6) Imputamos a España el espeluznante asesinato, porque de los datos históricos que tenemos a la vista se advierte como el gobierno de Puerto Príncipe sabía del viaje de Augusto y tomó las medidas correspondientes, y dió las instrucciones pertinentes para que se consumara el nefando crimen, del que testifican los señores Don Pedro Agüero Sánchez, Francisco de Varona, José Agustín Recio y don Pedro Batista. El primero testigo de mayor excepción, por ser adicto a la causa española, el tercero abogado y el cuarto rico hacendado de esta ciudad.

Y decimos que es inexplicable porque no se concilia el crimen citado con la labor pacificadora de Napoleón, ni con la campaña del general Dulce, ya que eran fácilmente previsibles los resultados que este salvaje procedimiento debía producir en la manigua mambisa.

El Gobierno revolucionario del Camagüey respondió a aquel crimen, no con la represalia natural, sino mandando a salir del campo revolucionario, y poniendo fin a las negociaciones de paz, a los comisionados del general Dulce a que nos hemos referido. Al efecto dirigió, tanto a los citados, cuanto a Céspedes, las siguientes comunicaciones: "El C. Augusto Arango, confiando demasiado en una soñada libertad de los gobernantes españoles en Cuba, trató de entrar en Puerto Príncipe con el ánimo de conferenciar con aquéllos, que le dirigían falaces promesas de libertad y de paz; se presentó desarmado y con un solo compañero; ambos han sido cobardemente asesinados por los que solemnemente le ofrecieron respetar su persona. V. V. comprenderán cual es la medida de represalia que correspondía tomásemos. "Señores: Vuelvan inmediatamente a Nuevitas que ni aún en justa represalia olvidan los cubanos su fé empeñada. No cabe transacción entre los cubanos y los tiranos, y nuestra guerra la llevaremos hasta el punto de extinguir su oprobiosa y funesta dominación en Cuba. Después de leer ésta, los emisarios del gobierno español, saldrán sin demora y sin que se lo estorbe pretexto alguno, del terreno en que ondea el pabellón de la Independencia. P. y L. Imías y enero 2'7 de 1869. El Comité Revolucionario de Camagüey." "El C. Augusto Arango... Después de esa entrevista y de solicitar de nosotros una asamblea para determinar en el asunto, a lo que nos negamos por creerlo inútil y aun perjudicial, determinó sin anunciárnoslo pasar a Puerto Príncipe, sin duda con el objeto de seguir las negociaciones allí, confiando en un salvo-conducto que parece le facilitó el Coronel o Gobernador de Nuevitas. Apenas llegado a la ciudad, en la que se presentó con un solo compañero y sin armas, fué desoído en sus manifestaciones parlamentarias y asesinado vilmente, así como su compañero. Ante este hecho vandálico, por más que el C. Augusto Arango estuviera en disidencia con nosotros y aun haya sido víctima en circunstancias de hallarse contrariando nuestros esfuerzos, no podemos olvidar que fué nuestro hermano de armas y hemos creído un deber dirigir a los comisionados de Dulce la adjunta comunicación, y que si desean hablar con Ud. lo hagan dirigiéndose por mar, pues no seria digno que diésemos paso a esos emisarios, cuando un cubano ha sido asesinado por los enemigos." "Como Ud. ve, estamos más resueltos que nunca a no transigir con su gobierno que no respeta sus mismos salvo-conductos. En cuanto a nosotros esta circunstancia nos ha sobrecargado de trabajo, por lo cual tal vez sólo mañana podremos salir a vernos con usted. P. y L. Campamento camagüeyano y enero 27 de 1869. El C. R. del C. Salvador Cisneros. Eduardo Agramonte. Ignacio Agramonte."

La Junta de la Habana anunciaba la salida de los comisionados a Céspedes, en la siguiente forma: "El domingo último ha salido de aquí una comisión compuesta de los señores Don José de Armas y Céspedes, don Hortensio Tamayo y don Ramón Rodríguez Correa: llevan la misión de presentarse a usted en nombre del general Dulce, y de entregarle una carta que este señor le dirige en términos muy satisfactorios para usted, pero en el concepto de la Junta y del público, es un lazo que se tiende a la revolución. El señor Dulce, recordará usted que es el héroe de Vicalvaro y no ha variado nada en sus opiniones. Sigue haciendo alarde de sus traiciones y de su arte de engañar." Concluía la carta exponiendo que la opinión de la Junta se fundaba en "que ya no cabía ningún arreglo, que era muy tarde y que no había más que independencia o muerte."

Y Carlos Manuel de Céspedes, por su parte, que había sido citado por los comisionados para una entrevista, contestó en la forma que vamos a relatar, con lo que queda ya descrito este episodio pacificador del principio de la guerra de 1868: "Cuartel general en la finca sobre las riberas del Cauto. Señores Hortensio Tamayo, José de Armas y Céspedes y Ramón Rodríguez Correa. Muy señores míos: Es en mi poder la carta que ustedes han tenido a bien dirigirme con fecha 19 del que cursa, en la cual me manifiestan haber llegado hasta el campamento de Imías, en el Camagüey, comisionados por el general Dulce para celebrar una conferencia conmigo y entregarme además una carta de dicho señor. Estoy ya en camino para la finca nombrada "Ojo de Agua de los Melones", donde me propongo efectuar una entrevista con el General Manuel Quesada; de modo que pueden ustedes venir hasta ese punto para tener el gusto de verlos y que cumplan la misión que se les ha encargado. Me congratulo de que tan dignos patriotas sean los escogido por el gobierno de España para hacer la paz con los libertadores de Cuba. Sin embargo de que yo creo que serán Infructuosos todos los ofrecimientos que nos hagan en el concepto de que la isla quede bajo el dominio de España, porque no hay uno solo de los soldados del Ejército Libertador que no esté decidido a morir antes de que deponer las armas y sujetarse de nuevo a sufrir el yugo de los españoles. El incendio de Bayamo y del pueblo del Dátil, por los mismos bayameses, la guerra que estamos sosteniendo con las tropas de Valmaseda, que no nos trata sino como trataban los conquistadores de España a los primitivos hijos de este país, la muerte de muchos patricios distinguidos, todos los sacrificios que hemos hecho para dar al mundo una prueba de que no somos tan sufridos ni tan cobardes como hasta aquí se vino diciendo, son suficientes pruebas para que España se convenza de que no hay poder alguno que ahogue nuestras aspiraciones, ni contenga el impulso de un pueblo que sólo desea ser libre para entrar de lleno y con ansia en el pleno goce de sus derechos. Yo tendré el gusto de dar a conocer a ustedes la ventajosa situación en que nos encontramos, y mientras tanto se realiza nuestra entrevista, reciban ustedes las seguridades del aprecio y la más distinguida consideración de Carlos Manuel de Céspedes."

Estudiado ya el incidente histórico de los comisionados, veremos la reacción del Comité Revolucionario del Camagüey ante ,el asesinato inadjetivable de Augusto Arango, que lesionaba los fueros de humanidad y destruía una vida de las más preciadas para nuestra causa. Ella está expresa en la siguiente proclama, que dirigiera a Cuba el 27 de enero de 1869: "Cubanos: El Camagüey está de luto. Augusto Arango, uno de sus hijos predilectos, ha muerto vilmente asesinado por los infames sicarios de la tiranía; creyendo todavía posible un convenio honroso con el gobierno español, y desoyendo las manifestaciones en contra de sus hermanos de armas, tomó a empeño tener una entrevista con el gobernador Mena, declarando su proyecto a un cortísimo número de sus allegados. Esperando encontrar lealtad en los viles secuaces del despotismo, se presentó en la ciudad acompañado solamente por un hombre y desarmado. Pero aquellos miserables no podían perder tan bella ocasión de saciar sus cobardes y sanguinarios instintos, y le asesinaron! Ellos, que a su solo nombre, temblaban de espanto; ellos, que al menor ataque acudían en tropel a resguardarse detrás de sus parapetos, creyéndose siempre demasiado débiles, encontraron la ocasión de llevar a cabo una hazaña digna de ellos, violando todos los derechos, hasta el derecho de gentes. Pocos pueblos podrán presentar al ludibrio de los hombres una acción más acabada que la que le ofreció ayer el pueblo español que oprime al Camagüey. Asesinar a un valiente que por sí mismo se presenta, sin armas, y como parlamentario, no es acción que sea capaz de cometer un pueblo cualquiera. Es preciso para ello que esté dotado de una organización funestamente privilegiada... Pero no es eso todo. Aquellos miserables han llevado su vileza —la pluma se resiste a estamparlo— hasta celebrar su cobarde hazaña con vítores, músicas y otras manifestaciones públicas de regocijo!"... "Este hecho, que por su bajeza se sustrae a toda calificación exacta, debe darnos una medida de la confianza que debe inspirarnos el gobierno español al plantear en Cuba el régimen del derecho y la justicia. España nunca podrá resignarse a reconocer nuestros derechos, porque entonces no podría arrancarnos, a título de sobrantes, los fondos necesarios a llenar nuestras necesidades más perentorias, entonces dejaría de ser nuestro suelo el venero a que acuden sedientos de oro ese sin número de empleados famélicos y venales, que como un enjambre de parásitos aflige a nuestra desgraciada Patria." "Cubanos, nuestro hermano Augusto, alucinado por falaces promesas, se ha hecho él mismo víctima de la iniquidad española. Confiado en ellas, dió acogida a las esperanzas de obtener el bien de Cuba, sin derramamiento de sangre y lágrimas. Noble deseo, pero irrealizable, atendida la índole depravada de los conquistadores de América, que se ha conservado inmutable al través de los siglos y de la civilización. Los asesinos de Atahualpa, de Guatimozín y de Hatuey, encuentran dignos sucesores en los de Plácido, de Armenteros y de Augusto. Hermanos: depongamos nuestro dolor; que la más santa indignación anime sólo nuestros pechos. ¡La sangre de nuestros hermanos clama venganza! Que nuestro grito sea para siempre. ¡Independencia o muerte! Y que cualquiera otro sea mirado en adelante como un lema de traición. Cubanos: ¡honor a la memoria de nuestro hermano! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia de Cuba! Patria y libertad. Campamento camagüeyano, 27 de enero de 1869. El Comité Revolucionario del Camagüey."

La conducta de Napoleón Arango después de la horrible inmolación de su ilustre hermano, merece una severa condena de la historia, ya que continuó laborando porque Cuba siguiera bajo la bandera española, lo que determinó su proceso, por una corte marcial, que le llamó a descargarse de la culpa que le resultaba f libró orden de detención contra su persona. Antes de que se verificara la detención de Arango, ya el 17 de marzo de aquel año, nuestro biografiado había dirigido a sus compatriotas de Camagüey la magnífica catilinaria, digna de la prosa de Marco Tulio Cicerón, que copiamos en seguida: "CAMAGUEYANOS: "El C. Napoleón Mango, después de haber tenido una o más entrevistas con el jefe español conde de Valmaseda, provocó una reunión de patriotas que tuvo lugar en el paradero de Las Minas la noche del 26 de noviembre, con el objeto de proponerles la aceptación de las concesiones ofrecidas por el gobierno español.

"Esa reunión, cuya legitimidad para determinar acerca de la revolución, no puede ser dudosa al citado ciudadano que la convocó, rechazó sus proposiciones por los votos de una inmensa mayoría, acordando llevar adelante la revolución, hasta derrocar al gobierno español en Cuba:—aceptó su renuncia y nombró un Comité para dirigir la revolución, y un jefe superior para las operaciones militares.

"El Comité, en el ejercicio de sus funciones, y para la debida separación de los poderes, nombró una Corte Marcial, compuesta de tres jóvenes distinguidos de la Habana, conocedores de la ciencia del derecho, para juzgar los delitos políticos.

"Erigida la Asamblea de Representantes del Centro por los patriotas aceptó y confirmó de hecho los nombramientos y los trabajos del Comité y la Corte Marcial, por consiguiente, es un tribunal legalmente constituido y autorizado y sus resoluciones no pueden desobedecerse, sin pugnar de frente con el orden de cosas creado por la mayoría de los revolucionarios del Centro, y sin ser hostil a la revolución.

"Acusado en enero último el C. Napoleón Mango del delito de traición, ante el Comité, éste dispuso que la Corte Marcial procediese a la correspondiente averiguación, y dicho tribunal, con los datos del sumario que instruye, ha juzgado procedente ordenar la prisión del encausado, llamándolo a descargarse de la culpa que le resulta.

"Ese C. sin embargo, en vez de comparecer con la frente serena a vindicar su nombre y su conducta, como lo hacen los Inocentes, elude la presentación y se niega a obedecer la determinación judicial, como si temiese ser confundido con el resultado procesal, como si presumiera que las páginas del procedimiento habían de poner de manifiesto su culpabilidad.

"Procurando cohonestar semejante proceder, ha publicado un papel, pretendiendo se le juzgue en una reunión popular, que a su vez dice acusará al Comité. Si fuera dado a cada procesado pretender otro tanto, sería imposible la administración de justicia, y la impunidad campearía desembarazadamente: si así pudieran confundirse las funciones e Involucrarse los procedimientos, el caos más horroroso envolvería las instituciones sociales. No, el procesado debe vindicarse ante el tribunal competente que le juzgue, y Napoleón Arango no tiene título para eximirse del precepto general ni para aspirar a que se le juzgue de una manera extraordinaria y a su antojo, ni son tampoco compatibles los privilegios con las instituciones democráticas que hoy se plantean en Cuba, a costa de tantos sacrificios. Jamás se habrá visto al pueblo, en ningún país civilizado, y con tribunales constituidos, juzgando los delitos de un simple ciudadano: es tan peregrina como insostenible la pretensión del ciudadano Napoleón.

"En cuanto a los cargos que desea hacer al Comité o a la Asamblea, ¿por qué confundirlos con sus alegaciones de procesado? Hágalos oir ante el pueblo cuando llegue la hora de dar cuenta de las funciones con que éste invistió a esas corporaciones, que gustosas aceptan sin duda la responsabilidad de todos sus actos, y no quiera con ellos distraer la atención judicial de lo que contra él arroje el procedimiento...

"El fué quien, después de aceptar en Clavellinas el nombramiento de general en jefe del Ejército Libertador, en vez de marchar con éste a conquistar la independencia cubana, se apresuró a ponerse en relaciones y a establecer conferencias con el jefe español, Conde de Valmaseda, para que indignamente aceptásemos las promesas mentidas de España. El fué quien en la Asamblea de Las Minas se empeñó obstinadamente en sostener, contra el torrente de la opinión de los patriotas, la deposición de nuestras armas, de esas armas conquistadoras de la honra que nos arrebataba la más oprobiosa dominación; y quien renunció su nombramiento y se separó de nosotros, porque allí se condenaron y desatendieron sus sugestiones, él quien constantemente ha contrariado la revolución, quien ni aún en los momentos del dolor que debiera causarle el horroroso asesinato cometido por los españoles en su hermano Augusto, ha venido a colocarse como soldado en las filas del Ejército ni ha dejado de pensar en lanzarse al frente de la revolución, su propia frase, para torcer el curso de ésta.

"Sin embargo, ese ciudadano sostiene en su papel la frase "que mienten" los que dicen que no quiere la revolución, sin recordar que ,en su segundo impreso, sin fecha, que comienza arrogantemente: "Al arrojar mi guante al gobierno español..." había consignado las palabras siguientes, entre otras muchas cosas notables: "Un país acostumbrado por más de trescientos años al yugo, a la vejación, a no considerar a sus habitantes como hombres, sino como autómatas, ese país no puede de un solo golpe cambiar su estado de abyección por el de independencia y libertad, sin conmociones tales, que dejen de hundirlo en un abismo insondable, el ejemplo lo tenemos en todas las repúblicas actuales que fueron colonias españolas. Y si esto nos ha enseñado la historia en esas repúblicas, ¿qué podríamos esperar nosotros en este país, compuesto de elementos tan heterogéneos?"

"Más adelante dice:

"Por eso había querido que optásemos por el programa de Cádiz, ("demasiado amplio aún para lo que a Cuba convendría").

"Vemos, pues, a Napoleón Arango, que no quiere la revolución, y que después grita y se desmiente.

"También dice en su último papel: "Desde el año de 1851 tomé las armas en contra del gobierno español" y en el primero que dió a la prensa, en diciembre último, con motivo de haber dicho el "Diario de la Marina" que con otros había vuelto al buen camino el señor don Napoleón Arango, deponiendo las armas, negaba haberlas tomado en el párrafo que copio a continuación:

"Dice el parte que se había presentado un número bastante considerable deponiendo las armas; niego que así haya sido, pues no puede deponer las armas quien no las ha tomado."

"Y hasta demuestra lo contrario, cuando pretende hacer creer que es abolicionista, pues sostiene en el mismo papel que los esclavos "no deben ser libres sino cuando hayamos conquistado nuestra independencia." Sobre el mismo asunto añade: "Todos queremos la libertad para los negros, ¿por qué, pues, ese funesto empeño de tocar una cuestión que está resuelta en el interior de todos?"

"Precisamente lo contrario es lo racional; si todos queremos la libertad para los negros; si es cuestión resuelta en el ánimo de todos, ¿por qué habría de ser funesto tocarla? ¿por qué no llevar al terreno práctico la resolución.

"Por lo demás ¿qué importa que su padre hubiera sido un buen patriota? ¿qué importa que también lo hubiera sido su hermano Augusto? Ramón Recio es traidor y hermanos tiene que luchan noble y heroicamente por la independencia de Cuba.

"A un lado los insensatos fueros de familias; no se trata de los allegados de Napoleón Arango; se trata de éste; que se defienda de los cargos que contra él resultan y será absuelto; pero si es culpable, los méritos ajenos no lavarán su mancha...

"El C. Napoleón, arrogante y vanidoso siempre, dice que haciendo la guerra como la entiende él, no pasearan las tropas españolas casi impunemente, como acaban de hacerlo, de Guanaja al Príncipe, del Príncipe a Santa Cruz y de Santa Cruz al Príncipe. Es ridícula tal arrogancia; nuestras tropas se baten con el enemigo, éste ha dejado sembrado de cadáveres el campo de acción de Bonilla, en la Casualidad y en la Sierra de Cubitas. Entre tanto Napoleón Arango jamás ha disparado un solo tiro a las tropas opresoras; jamás se ha puesto con los suyos al alcance de las balas enemigas, cada vez que ha disfrutado de autoridad, en Las Minas y en San Miguel, no ha hecho de ella otro uso que tratar con nuestros contrarios, sacrificando en la última una vida que debía ser para él sagrada, en aras de su bastardo empeño; y después de anunciar pomposamente que "arroja su guante al gobierno español", que se "lanza al frente de la revolución;" "que va a vencer o a morir o a derramar su sangre en beneficio de su país", lejos de buscar las huestes enemigas, se aleja de su paso y olvida que clama venganza la sangre de Augusto, derramada alevosamente por los españoles.

"Patria y Libertad, marzo 17 de 1869.

Ignacio Agramonte Loynaz."

 
Paso de la Sierra de Cubitas

En el mes de diciembre de 1868 llegó a Guáimaro por primera vez el jefe de la revolución en Oriente, Carlos Manuel de Céspedes, con el objeto de que el Comité Revolucionario de Camagüey, acatase su doble autoridad de jefe político y militar de la República. Desde allí se dirigió al Presidente de Chile, pidiéndole que nos reconociera como beligerantes y solicitando su apoyo y cooperación ante las demás naciones para que intercedieran con España, para que esta nación pusiera fin a sus reprobables medios de guerra.

El Camagüey, entretanto organiza y distribuye sus fuerzas y, respetuosos aquellos hombres del derecho del pueblo, teniendo en consideración que el triunvirato elegido al principio de la guerra lo fué solamente por un cuerpo de 150 hombres, y que aquélla había alcanzado notable desarrollo, incorporando nuevos y valiosos elementos, sometieron sus puestos a votación, habiendo resignado, los miembros del Comité, sus poderes y convocado para aquel acto cívico: en éste obtuvieron mayoría los hombres del antiguo triunvirato; Cisneros y los dos Agramonte, habiéndose aumentado la representación con dos cubanos y tomado la denominación de Asamblea de Representantes del Centro. Esta asamblea siguió un ideario distinto, en lo que respecta a los principios democráticos, que el observado por los caudillos orientales. De aquí el diverso criterio en relación con el problema de la esclavitud y de aquí la pugna con el caudillo de la Demajagua que terminó, gracias al gran juicio de los cubanos, en la Asamblea de Guáimaro de 10 de Abril de 1869, a la que concurrieron representantes de las Villas, que, siguiendo la tendencia camagüeyana, determinaron en aquel espíritu comprensivo, abierto y noble de Carlos Manuel de Céspedes, cambios fundamentales de conducta.

Pero examinemos los hechos de armas acaecidos en estos dos meses en la Provincia.

Después de la breve estancia de Valmaseda en Camagüey, procedente de Vertientes, quedó otra vez sitiada la plaza de Puerto Príncipe, y el pobre Brigadier Julián de Mena, encerrado en el Convento de la Merced, esperando los auxilios de la Habana. (7) El Capitán General había organizado una fuerte columna de tres mil hombres que puso a las órdenes de don Juan de Lesca, a quien concedía el mando del Distrito Central, deponiendo, muy merecidamente, al Gobernador Militar de Camagüey. El 18 de febrero de 1869 desembarca en la ensenada dé la Guanaja el referido general, que ya tenía conciencia clara de lo difícil que le era levantar el bloqueo del Príncipe, por la vía férrea de Nuevitas, porque sobre ella el General Quesada había escalonado sus fuerzas. Así escogió la vía más corta de Guanaja a Camagüey punto, el primero, situado perpendicularmente sobre la capital. Poco esfuerzo costó a tan importante contingente armado ocupar nuestro puerto, y ya en tierra el brigadier, organizó su columna con la que iba a levantar el sitio de Puerto Príncipe: constaba aquélla de un batallón de infantería del Rey, un batallón de cazadores de la Unión, un tercio de caballería, una compañía de ingenieros y una sección de artillería, con tres piezas de montaña. Dice Juárez que el general Quesada, convaleciente, estudió sobre el terreno los pasos de la Sierra de Cubitas, para tomar las medidas convenientes a impedirle el cruce al jefe enemigo. Esto destruye la afirmación que, en defensa de aquel jefe, hacen sus panegiristas, de que por encontrarse enfermo no asistió a la acción y no impidió, personalmente, la llegada al Príncipe del jefe español. Además, habiendo llegado a Guanaja el 18 por la noche el general Lesca, tuvo el mando cubano tiempo suficiente para haber acumulado todos sus efectivos en los lugares estratégicos del camino, principalmente en los magníficos pasos de la Sierra, en donde habría de librarse lo que técnicamente constituye una batalla, ya que entraban en función casi todos los elementos de guerra de uno de los combatientes, por la dominación de la capital de Camagüey. Pero Quesada, violando los principios del arte de la guerra, erró fatalmente en este episodio. Así vemos que allí no se encuentran las tropas disciplinadas y superiormente armadas de Angel del Castillo; que los cubanos numerosos andan por Sibanicú en funciones electorales, y que el propio jefe, General Quesada, no asiste a la acción echando en el palenque sus arrestos y su capacidad. Por ello, el General Lesca atravesó la Sierra peleando desde las ocho de la mañana del día 23 hasta las 3 de la tarde ,en que ya había colocado sus tropas del otro lado del natural reducto.

Las bajas españolas consistieron en 31 muertos y en 82 heridos, mientras las cubanas fueron 2 muertos y 15 heridos.

El General Quesada fué acusado por el fracaso de los cubanos .en esta acción y Manuel de la Cruz, hablando de su deposición, dice: "Que iba dando' al traste con su fama de guerrero muy quebrantada por hechos de armas, como el paso de Cubitas, el asalto a Tunas y otros de menor importancia, en que el pedestal que le habían erigido el entusiasmo y la experiencia, fué cayendo a pedazos." Vidal Morales dice: "que en el ataque a Tunas como en la defensa del paso de la Sierra de Cubitas, estuvo poco afortunado .el General Quesada."

Nosotros afirmamos que la fortuna no intervino en aquella operación y que se frustró desgraciadamente a causa de la falta de aptitud militar del jefe revolucionario. Su falta de aptitud militar la puso de manifiesto el General Quesada en las acciones de más importancia que emprendió en nuestra tierra. (8) Así se pone de relieve en esa carta que dirige al Mayor, precisamente el día 22 de febrero de 1869, cuatro días después del desembarco de Lesca en La Guanaja, de lo que tenía conocimiento en la fecha de la carta y lo que debió saber, por su servicio de vigilancia y observación, el mismo día 18, desde cual momento debió haber dispuesto inmediatamente una concentración de todos sus elementos de guerra para vencer al español que acudía en auxilio de Puerto Príncipe. Este grave error no puede por menos que concitarle un dictamen adverso del historiador crítico de Cuba al General Quesada quien, cuando ya Lesca . había chocado con los cubanos y se preparaba a atravesar los pasos de la Sierra de Cubitas, dice a Agramonte "que el enemigo está por Guanaja y por Nuevitas y que en ambas vías tiene la resistencia que podemos oponer, y que es suficiente, por ahora". Este documento basta para descalificarle como estratega aún cuando haya tenido excepcionales condiciones de organizador, que precisa reconocerle y proclamarlas como homenaje a su aporte imponderable en la ingente lucha.

Efectivamente, antes de transcurrir las 24 horas de esta carta, el enemigo, vencedor, atravesaba los pasos de la Sierra y dejaba a retaguardia las escasas fuerzas que Cuba le opuso en su marcha sobre la capital del Camagüey, la que venía prácticamente a libertar. Pero veamos tan importante documento histórico: "Sr. Ignacio Agramonte. La Candelaria, febrero 22 de G9. Mi querido amigo y h.—Siéntome más débil que una parida, apenas puedo dirigirle cuatro líneas para recomendarle que sin pérdida de un instante manden ustedes citar a Napoleón, y, si concurre, déjenlo arrestado desde luego, y a la orden de la corte marcial; si él desobedece la citación de Uds. ya yo mandaré en el acto tropa armada a hacer cumplir una providencia de Uds. que no ha sido acatada; pero quisiera antes de este caso ver si es posible evitar malas interpretaciones que siempre tienen que ser lamentables. Napoleón sigue siempre con sus miras, él no se cansa, ni descansa; parece español en lo tenaz. El enemigo está por Guanaja y por Nuevitas, en ambas vías tiene la resistencia que podemos oponer y es suficiente por ahora. Avisaré todo lo que vaya ocurriendo. Yo estoy con calentura en este momento mismo que les digo adiós a mis amigos y hs.: M. Quesada."

Armando Prats ha dicho que el General Agramonte tomó parte en esta acción, pero esto nosotros lo negamos ateniéndonos a la relación que el General Loynaz del Castillo ha hecho de las fuerzas que allí pelearon, a esa carta, prueba definitiva, y al hecho de que Agramonte estaba por aquellos días en Sibanicú, acreditándose con prueba documental que el 25, según el testimonio de Vidal Morales se firmó el decreto de abolición de la esclavitud promulgado por la Asamblea de Representantes del Centro el día 26 (9) y lo casi imposible del traslado en aquella época histórica desde el paso de Lesca en Cubitas hasta el pueblo de Sibanicú, en sólo treinta y seis horas. La relación a que nos referimos del General Loynaz dice así: "Los cubanos pelearon en el paso de la Sierra de Cubitas, bajo el fuego constante de la artillería española, pero con muy poca fuerza; la del coronel Chicho Valdés y las dos compañías de rifleros de la Libertad, una al mando del Capitán Cheno Boza y la otra a cuyo frente estaba mi padre, el Capitán Enrique Loynaz." (10)

Queda probado que Agramonte se hallaba en esos momentos en el desempeño de las funciones que como triunviro le correspondían y organizando, además, el cuerpo electoral para el acto cívico de fines de febrero. Así el mismo día que entraba Lesca en Camagüey promulga la Asamblea de Representantes del Centro el decreto de abolición de la esclavitud, que ya conocemos.

En tanto en la Habana se esperaba con ansia, desde principios del mes de marzo, saber la suerte de Lesca y sus soldados, en la marcha por levantar el sitio de Puerto Príncipe, hasta que el día nueve de marzo se recibió el parte oficial del general, comunicando su entrada en la ciudad.

En 7 de febrero de 1869 resuena en los campos de Villaclara el clarín de guerra libertadora y más de diez mil hombres, llenos sus pechos generosos de un afán sagrado por la libertad de su país, se alinean en valles y collados en las jurisdicciones de Sancti Spíritus, Remedios, Villaclara y Cienfuegos, mandados por sus jefes naturales. Con más sentido práctico que los camagüeyanos, no piensan los hombres de Villaclara en formar gobierno propio, comal hicieron aquéllos, sino que nombran sus delegados para que pasen a esta provincia a trabajar por la unificación del gobierno revolucionario y constituyan la República. Cupo desempeñar esta misión, que llenaron con gloria, a los próceres Honorato Castillo, Miguel Jerónimo Gutiérrez, Arcadio García, Tranquilino Valdés, Antonio Lorda y Eduardo Machado. Y aquí se encontraron los comisionados de las Villas con los del Camagüey y los de Oriente. Ellos hicieron posible aquella conjunción que culminó en el acontecimiento magno del 10 de abril y que le dió vida a la primera República de Cuba.

Oigamos a Perucho Figueredo en discurso pronunciado en Key West, conmemorando tan fausto día: "Eran los primeros días del mes de abril, continúa diciendo nuestro amigo Fernando Figueredo Socarras, a cuyo relato nos atenemos por haber sido testigo presencial de los sucesos que narra, cuando atraídos por los acontecimientos, se hacía aquel pueblo el centro donde afluía todo lo más selecto de la revolución. Allí se hallaban representados los camagüeyanos por su "Comité", por sus jefes militares y por individuos de su ejército, allí se había dado cita, como para asistir a una gran fiesta, lo más selecto de aquella sociedad que en masa, como solemne protesta, se lanzó al campo de la lucha, allí se veían las gentiles hijas del Tínima, las mujeres más bellas de los trópicos americanos, quienes iban a sancionar con sus hechizos cuanto allí se pactara. Allí están los villareños con su Junta Revolucionaria, escoltados por soldados que mandaban soldados gigantes que obedecían la voz del heroico hijo de la infeliz Polonia, el bravo Carlos Roloff; allí estaba Céspedes con su legión oriental, allí en Guáimaro, en fin, estaba la crema de la revolución. Las conferencias secretas se sucedían unas a otras; la crisálida no puede ostentar las bellísimas alas de la mariposa, sin un misterioso recogimiento. Los hombres más importantes de la revolución, los que podrían llamarse sus genuinos representantes, se ocupaban día y noche de dar forma a aquella obra todavía apenas principiada. Céspedes, Izaguirre, Jesús Rodríguez, Alcalá y Agüero, representaban en las conferencias a Oriente; Salvador Cisneros, Francisco Sánchez, Ignacio Agramonte, Miguel Betancourt y Antonio Zambrana, representaban a Camagüey; y Miguel Jerónimo Gutiérrez, Eduardo Machado, Arcadio García, Honorato del Castillo, Antonio Lorda y Tranquilino Valdés, a las Villas. Y era el 10 de abril da 1869, el venturoso día, designado para dar término a los trabajos de aquellos hombres eminentes. La obra grandiosa que había de servir en lo sucesivo como cimiento a la que desde ese día sería la joven República de Cuba, estaba terminada. Se había encomendado tan delicado trabajo a dos hombres pensadores, de instrucción y talento reconocidos, llamados Ignacio Agramonte Loynaz y Antonio Zambrana."

En aquella cámara fué nombrado Presidente de la República Carlos Manuel de Céspedes y de la Cámara de Representantes Salvador Cisneros Betancourt. Se cubrieron las secretarías de la Guerra, Hacienda, Interior y Relaciones Exteriores y se organizó el Ejército Revolucionario, nombrando general en jefe del mismo a Manuel de Quesada y jefe del Ejército del Camagüey al ciudadano Mayor General Ignacio Agramonte, colocando bajo su mando seis brigadas y tres batallones de línea. Hablando de aquella Cámara gloriosa dijo José Varela Zequeira, "que su literatura estaba saturada del idealismo exaltado que difundió la revolución francesa, mostrando como un ejemplo el hecho de que había veces que hacían alto en plena manigua, para discutir la separación de la Iglesia y del Estado." Y Vidal Morales, refiriéndose a ella, dice: "Ese pacto fundamental de nuestra República será siempre el símbolo glorioso del más brillante momento de nuestra historia nacional. Si los individuos se complacen en celebrar como un recuerdo feliz, las fechas de la historia de su vida, los pueblos con mejor razón deben guardar el culto de los momentos de gloria, en los cuales nacieron, se constituyeron o se perfeccionaron. En la historia futura de la Isla de Cuba, el recuerdo del día 10 de abril en que el patriotismo de sus hijos dejó de ser una mera palabra o una simple aspiración; en que se convirtió en una virtud y exigió de todos sacrificios positivos, en cambio de la nueva vida de la libertad y de viriles esperanzas, a que todos nacimos en ese día y en esa hora para siempre memorables."

El día 12 del propio abril se llevó a cabo del modo más solemne, según cuenta Vidal Morales, la investidura de Céspedes como Presidente de la República y de Quesada como General en Jefe.

Describiendo el acto dice Sanguily: "En una sala bastante espaciosa había una mesa y dos hileras de sillas, como en las academias. Sobre la mesa un libro colocado encima de un cojín de cuyos cuatro ángulos pendían borlas de oro. El Marqués de Santa Lucía presidía la sesión.

Abierta la sesión, los dos secretarios de la Cámara, Agramonte y Zambrana, pronunciaron sendos discursos enérgicos, esencialmente democráticos y muy elocuentes. Céspedes habló, como lo hacía siempre, con cierto calor, mas sin fluidez ni elegancia. Tocó su turno a Quesada. Al empezar su discurso, apoyaba ambas manos en el puño de su sable, que figuraba un águila y había adornado de cordones. La frase final fué de sumo efecto: "Y esta espada os conducirá triunfantes al Capitolio de los libres; o la encontraréis junto a mi cadáver en el campo de batalla". La mayor parte de los hombres y todas las mujeres lloraban oyendo estas cosas. Angel Castillo, que murió muy pocos meses después heroicamente, creía más que los otros, acaso, porque era el que más lloraba."

En la Cámara de Representantes de Guáimaro se trató el problema de la anexión de Cuba a los Estados Unidos, que como hemos visto había preocupado durante varios lustros a los más puros patriotas cubanos, quienes se inclinaban a ella por, mor de las circunstancias.

En virtud de aquellas corrientes, en sesión celebrada el 29 de abril de 1869 se acordó lo siguiente: 1°—Comunicar al gobierno y al pueblo de los Estados Unidos que se ha recibido una petición suscrita por un gran número de ciudadanos en que se suplica a la Cámara manifieste a la Gran República los vivos deseos que animan a nuestro pueblo de ver colocada esta Isla entre los Estados de la Federación Norteamericana. 2°—Hacer presente al gobierno y al pueblo de los Estados Unidos que este es realmente, en su entender, el voto casi unánime de los cubanos, y que si la guerra actual permitiese que se acudiera al sufragio universal, único medio de que la anexión legítimamente se verificaría, ésta se realizaría sin demora. 3°—Al Gobierno y al pueblo de los Estados Unidos, para que no retarden la realización de las bellas esperanzas que, acerca de la suerte de Cuba, este anhelo de sus hijos hace concebir. Y en cumplimiento del acuerdo, la Cámara de Representantes de la Isla de Cuba, dirige la presente manifestación al Presidente de la Gran República de los Estados Unidos. Guáimaro, Abril 30 de 1869. El Presidente. Salvador Cisneros y B. Lucas Castillo. Miguel J Gutiérrez. José Ma. Izaguirre. Arcadio J. García. Fornaris y Céspedes. Tranquilino Valdés. Miguel Betancourt. Dr. A. Lorda. Pedro M. A. Agüero. Tomás Estrada. Manuel de J. de Peña. Pío Rosado. Francisco Sánchez Betancourt. Eduardo Machado. El Secretario. Antonio Zambrana. Sancionó el presente acuerdo. El Presidente de la República. C. M. Céspedes".

Ya en abril 6 se había enviado, por la Asamblea de Representantes del Centro, la siguiente comunicación al Presidente de los Estados Unidos: "La Asamblea de Representantes del Centro ha sabido con júbilo vuestra elevación a la silla presidencial de la gran República. Los liberales de Cuba conciben las más gratas esperanzas al ver al digno jefe del partido radical al frente del Gobierno de los E. U. Cuba es hoy ciertamente merecedora de simpatías del Mundo entero y muy especialmente de las de la Unión Americana, porque los hijos de Cuba pelean y mueren por la Libertad y han destruido una institución abominable, para cuyo exterminio acaba de realizar con heroísmo inmensos sacrificios el pueblo que gobernáis. Por el Decreto de que os acompañamos copia impresa, podéis ver que la esclavitud de los negros no existe ya, y que por las noticias que de nuestros combates probablemente tenéis, debéis comprender que la dominación española en Cuba, último resto de barbarie en América, desaparecerá bien pronto. Parece que la Providencia ha hecho coincidir estos acontecimientos con la exaltación al poder del partido radical que representáis, porque sin el apoyo que de ese partido aguardamos, puestos en lucha los cubanos con un enemigo sanguinario, feroz, desesperado y fuerte, si se consideran nuestros recursos para la guerra, vencerán, sí, que siempre vence el que prefiere la muerte a la servidumbre, pero Cuba quedaría desolada, asesinados nuestros hijos y nuestras mujeres por el infame gobierno que combatimos, y cuando según el deseo bien manifiesto de nuestro pueblo, la estrella solitaria que hoy nos sirve de bandera, fuera a colocarse entre las que resplandecen en la de los E.U., sería una estrella pálida y sin valor. Si es cierto lo que asegura un periódico de este país; si estáis autorizado, para reconocer nuestra independencia, a presuráos, general, a prestarnos vuestro valioso, vuestro decisivo apoyo, dando así al Mundo un testimonio elocuente de lo que significa, con respecto al destino de los pueblos, el partido cuya jefatura y representación os está encomendada. Camagüey, Abril 6 de 1869. La Asamblea. Salvador Cisneros. Miguel de Betancourt. Francisco Sánchez. Ignacio Agramonte. Antonio Zambrana."

Retrocedamos un poco y volvamos al campo donde los valientes de Cuba cruzan su acero con el enemigo de la Patria esclavizada.

El 6 de marzo de este año 1869 sale del pueblo de Santa Cruz, con dirección a Camagüey, el Coronel del Ejército español González de Goyeneche con una columna fuerte, trayendo numerosa impedimenta de carretas, mulas y caballos, cargados de armamentos y parque.

Numerosas fuerzas cubanas, desprovistas de municiones para sostener un combate, ocuparon posiciones escalonadas a todo lo largo del trayecto que debía recorrer la columna. También aquellos heroicos hijos de la libertad, tenían preparadas manadas de toros y novillos e infinidad de cajas de colmena, para lanzarlas sobre la columna española, en determinado lugar del camino; pero los animales salvajes, lejos de precipitarse sobre las tropas españolas, satisfaciendo el propósito de los mambises, tomaron miedo al estruendo de la artillería y rompiendo las cercas, huyeron en otra dirección que la pretendida por los cubanos; las abejas, rotas sus colmenas, huyeron con el humo de la pólvora y no produjeron quebranto alguno al enemigo.

Goyeneche necesitó despejar el camino, obstruido por numerosos troncos de alterosos árboles que los previsores mambises habían tendido sobre la ruta, y continuó su marcha, no sin sufrir cinco muertos, veinte y cinco heridos y treinta contusos.

El 10 de marzo salió de Camagüey la columna de Goyeneche con el propósito de atacar a Sibanicú, donde sabía que se encontraba el Comité Revolucionario del Centro; pero una extensa trinchera que atravesaba el camino con martillo, como decían los insurrectos, en ambos extremos, le causó numerosas bajas, teniendo que retirarse sobre esta ciudad después de haber capturado la trinchera vacía, desde luego, y habiendo en su viaje de regreso chocado con el General Manuel de Quesada que esperaba a los españoles en el puente de Imías, donde se entabló un sangriento combate que causó muchas bajas en ambos contendientes.

El día 18 sale nuevamente la columna de Goyeneche en marcha a Santa Cruz y es atacada en el camino por el general Quesada, causándole más de cincuenta bajas.

Sitiada la ciudad de Puerto Príncipe, el mayor empeño de los españoles durante los primeros meses del año 1869, era mantener comunicación con el puerto de Nuevitas; de aquí que sus esfuerzos se dirigieran principalmente a la conservación y mantenimiento de sus comunicaciones con aquella ciudad. Regresaba el General Lesca, con su columna, fuerte de las tres armas, de cerca de tres mil hombres, cuando le sale al encuentro, en la Ceja de Altagracia, el Páez de Camagüey, empeñándose un combate que duró tres cuartos de hora y que terminó al oscurecer: acompañaban al Mayor en esta acción los jefes Chicho Valdés, Recio y Mariano Molina, que se portaron con el heroísmo digno de aquellos hombres. En ese combate, el primero que librara ,el general Agramonte, como jefe de toda la facción cubana, se cubrió de gloria, haciendo numerosas bajas a un enemigo diez veces superior y poniendo de relieve las altas prendas que exornaban sus condiciones de militar.

Oigamos el parte oficial que dá al General en Jefe: "A las cuatro y media se presentó el enemigo en la Ceja, en número considerable, dividido en dos columnas que avanzaban en combinación por la línea férrea y por el camino del Yaguajay al Camagüey. La que marchaba por este último recibió el fuego de los 17 rifleros y 52 carabineros que allí tenía emboscados, a las inmediatas órdenes del C. Teniente Coronel Lepe Recio, que se retiró después de rechazar una compañía o fracción de flanqueo, matando varios negros y el capitán que los mandaba. Reconcentrada todas las fuerzas enemigas en la confluencia de ambos caminos, quedaba al alcance de los rifleros del C. Coronel Valdés Urra (Chicho), que con algunos carabineros ocupaban el centro de la trinchera que tenían los cubanos sobre la línea, y comenzó un vivo fuego, sostenido durante media hora y que derribaba filas enteras de enemigos. Este no avanzaba, a pesar de las órdenes y de los gritos de los jefes, y seguramente fué sustituida la vanguardia por buenos veteranos, porque hubo un momento de silencio; se repitió la orden de ataque y la columna avanzó. Sin embargo nuestro fuego, que se extendió con muy buena puntería por el ala izquierda de nuestras trincheras, dominando la columna enemiga por su dirección diagonal y por haberse desmontado su frente, impidió el asalto, y los obligó a buscar el flanco derecho, con lo que lograron los camagüeyanos engañar al enemigo, porque la trinchera que deseaban defender era angular en la izquierda del ferrocarril. En efecto, flanqueada la que sólo tenía por objeto engañarle sobre la línea, las citadas fuerzas del coronel Valdés que la ocupaban, se retiraron a la trinchera angular, . y cuando el enemigo creyéndose dueño de nuestro reducto, se apresuraba a atacar por retaguardia el ala izquierda, se encontró con el lado del ángulo que seguía el camino, recibiendo de lleno el fuego del mismo, hasta que replegándose, buscó la cabeza de la trinchera para flanquearla, al mismo tiempo que los flanqueadores de la derecha amenazaban el extremo de nuestra ala izquierda. Entonces se retiraron los nuestros juntos y con el mayor orden. Estoy seguro que las bajas del enemigo exceden de 200, porque el fuego fué vivísimo y con puntería fija, viéndose caer a sus soldados en crecido número. Jamás se han batido mejor nuestras tropas; jamás han hecho un fuego más ordenado, ni se ha atendido más la voz de los jefes, sin que viera yo separarse uno solo de su puesto hasta que todos lo hicieron juntos. Por esto creo que nuestro triunfo ayer fué completo, porque no sólo no hemos tenido más que dos heridos leves, mientras que el enemigo. ha sufrido mucho, a pesar de su nutrido fuego que se embotaba en las trincheras, y de su gran número de cañonazos, cuyas granadas iban a estallar lejos de nosotros, sino porque la conducta de nuestros soldados nos da derecho a esperar mucho de ellos. La brigada de Caunao, como la del coronel Porro que accidentalmente mandaba el comandante Romero y como los rifleros a las órdenes del teniente coronel Recio, han sabido cumplir bien con su deber; pero debo hacer una mención especial de los pocos hombres que mandaba el coronel Valdés, que supieron defender hasta lo último el difícil puesto que les confié. No creerá seguramente el enemigo que allí, detrás de esos parapetos, sólo 300 hombres se oponían a sus crecidas fuerzas. Continuaremos hostilizándole hasta su llegada a Camagüey, y haciéndole difícil la reconstrucción del ferrocarril, a pesar de nuestra carencia de instrumentos de zapa. No me han comunicado noticia alguna los jefes que operan de las Minas a Nuevitas. Patria y Libertad. Ingenio Santa Cruz, mayo 4 de 1869. Ignacio Agramonte y Loynaz."

La versión española de este combate, que vamos a examinar y enjuiciar desde el punto de vista militar es la siguiente: "El día 2 de mayo acampó la columna del Brigadier Lesca en Altagracia. Inmediato a aquél hallábase el general insurrecto Quesada, con fuerzas considerables." "El día 3, salió, a las cuatro de la mañana, dejando las compañías quinta y sexta del batallón de Aragón, custodiando el puente Bonilla, esperaba en Altagracia el medio batallón derecho. La tercera y cuarta compañías, desplegadas en guerrillas, flanquearon el costado derecho y la primera y segunda el izquierdo, y una sección de la séptima marchó en extrema vanguardia, y los gastadores, la otra sección de la séptima compañía y dos piezas de artillería, formaba la retaguardia. . . .Una de las trincheras fué tomada por el flanqueo de la derecha y destruida por lo... ingenieros Una compañía de rifleros insurrectos, al mando de Quesada, intentó envolver la retaguardia de la columna. Retirándose los insurrectos, siguiendo en su plan de hostilizar en todo el trayecto a las fuerzas defensoras de España. Siguió la columna avanzando por la línea férrea hasta que el Teniente coronel Mango llegó a ver una trinchera sobre la vía y dispuso que el ayudante Don Ramón Fuentes fuese a prevenir a la extrema vanguardia; cuando hallábase ésta a cierta distancia, cerca ya de alcanzar al alférez Salas, que mandaba .dicha extrema, hicieron los insurrectos una descarga desde la trinchera. Fué una resistencia empeñada la que ofrecieron allí los partidarios de Cuba libre. La fuerza, a la voz del teniente coronel, replegóse a derecha e izquierda, marchó decididamente hasta tomar la trinchera, alentados con la enérgica voz del teniente coronel, del Alférez Salas y del Ayudante Fuentes. La segunda sección de la séptima compañía, al mando del capitán Pin, y los gastadores de todo el batallón, uniéronse a la extrema vanguardia, avanzando todos hacia la trinchera, desde donde hacían los insurrectos un fuego nutrido, resistiéndose en sus ventajosas posiciones en número considerable. Hubo un momento en que se creyó que los insurrectos no se contentarían con estar a la defensiva, sino que saldrían de la trinchera para atacar a la columna. Temeridad hubiera sido en los jefes intentar el ataque de aquella trinchera, defendida por numerosas fuerzas insurrectas. En vista de la imposibilidad de tomar aquella posición, sin exponerse a una derrota o a derramar inútilmente la sangre del soldado, el capitán Pin sostuvo el buen espíritu de sus tropas, limitándose a sostener su peligrosa situación. El ayudante fué a reclamar el auxilio de la artillería. El coronel Fajardo, jefe de la vanguardia, dispuso que de la octava compañía, que ya se había colocado en acción para penetrar en. el bosque, fuese a cada lado una sección para atacar los flancos de la trinchera que no podía ser ofendida en aquellos momentos, porque a las guerrillas de los costados les fué imposible avanzar más, haciendo que parte de las fuerzas de la séptima que se hallaba a la derecha, se dirigiese a tomar la trinchera por la izquierda. En este instante, cuando avanzaba la artillería cumpliendo la orden comunicada por el ayudante, entraba en el terreno de la acción un batallón de la Reina y al frente de él, el teniente coronel señor Macías, que al adelantarse algunos pasos fué herido mortalmente sobre su caballo, al llegar a la altura de la séptima, cuando ya estaban mezclados soldados de uno y otro cuerpo. Caer el teniente coronel, y como impulsados por un solo movimiento, todos los individuos de la columna avanzaron intrépidamente, comenzando a subir por el costado izquierdo de una de las trincheras, tomada pocos momentos antes por el sargento primero de la séptima y el alférez Salas con algunos soldados. El fuego continuó hacia el costado derecho; los flanqueos, que se hallaban a la altura conveniente, y las dos secciones de la octava, no habían podido entrar en la manigua por la espesura de aquel sitio. Las fuerzas de los insurrectos habíanse concentrado en el costado derecho, desde el cual el fuego era terrible. El teniente coronel Bergel, auxiliando al coronel Fajardo, empleó las fuerzas puestas en acción en atacar al costado derecho, dando tiempo para que colocadas de un modo conveniente las piezas de artillería, funcionaran éstas. Atacados los insurrectos tan enérgicamente por las fuerzas que se hallaban ya al otro lado de la trinchera, y por las que sostenían fuego de frente a ella, y por la guerrilla del costado derecho, que ya se hallaba a la altura de dicha trinchera, por el interior de la manigua, que no pudieron hacer más duradera la resistencia y abandonaron sus posiciones. El batallón de Aragón tuvo en este combate tres muertos, uno de ellos el alférez de la octava Don Eusebio Marcilla, veintitrés heridos, entre los que se encontraban el teniente de la misma compañía don Juan Robles. Fué herido, además, el caballo, del teniente coronel y muerto el del coronel. El Regimiento de la Reina perdió al teniente coronel mencionado y tuvo cuatro bajas de tropa. La artillería un oficial herido. Ante el esfuerzo de la resistencia, era preciso que las tropas centuplicaran su valor, y así lo hicieron. La vanguardia, que se distinguió extraordinariamente, hicieron grandes y heroicos esfuerzos los jefes ya citados, el comandante Sanz, el teniente de la séptima, don Rafael Herrera y el abanderado Carreras, el médico Don José Fernández y el capellán Don Manuel García Carrillo, cumpliendo su difícil encargo con valor y abnegación, hallándose al auxilio de los heridos bajo el fuego de los rebeldes."

Del estudio de ambos partes militares se advierte, en el jefe cubano, observancia de la primera de las reglas que se recomiendan en fortificación de campaña; es decir, la colocación de la fortificación precisamente en el punto de cruce obligado del enemigo, porque si éste puede obviarla y cruzar fuera de sus fuegos aquélla carece de objeto; en segundo lugar se advierte rara y plausible habilidad en la colocación de las emboscadas, ya que la tropa enemiga recibió el fuego de frente de setenta hombres emboscados a las órdenes del Coronel Lope Recio; y en tercer lugar se comprende que el Mayor, que había estudiado a los clásicos, conocía de seguro la frase de Lisandro: "cuando no basta la piel de león se ha de poner un poco de la de zorro."

Al vemos que con rara habilidad prepara una trampa en la que caen tres veces los soldados españoles; primera, al ser sorprendidos por la emboscada; segunda, al atacar de frente trincheras defendidas por infantería, sin haberlas sometido previamente a un fuego certero y prolongado, y tercera, al hecho de tomar posiciones después de incontables bajas en cuyo asalto quedaba a merced del' enemigo, que le fusiló a discreción, desde puntos escogidos de antemano.

Se advierte en Agramonte, además, capacidad bastante para preparar su retirada, la que se verificó oportunamente, dentro del mayor orden; y la acometividad suficiente, requisito imprescindible en todo buen jefe de caballería, para, con conocimiento de su misión, continuar hostilizando al enemigo, hasta verle refugiado en la propia capital de la Provincia.

Habiendo acordado los cubanos abandonar el pueblo de. Guáimaro, el general Quesada ofició al comandante de la plaza para que procediera a su destrucción en la siguiente forma: "Ciudadano comandante de armas de Guáimaro. Inmediatamente y bajo su más estrecha responsabilidad pondrá usted fuego al pueblo que se halla bajo su gobierno, de manera que no quede en él piedra sobre piedra. El ciudadano Coronel Chicho Valdés Va con una partida de cien ciudadanos libertos, trabajadores, para ayudar a usted en la completa destrucción de ese, poblado. Supongo que en él no faltará alquitrán y aguardiente, combustibles que le auxiliarán a usted bastante. Avise usted, con dos horas de anticipación a las familias que se hallen en él.

Espero que dé usted a esta superior disposición el más exacto cumplimiento. Patria y Libertad. Campo de Camagüey. El General en Jefe Manuel de Quesada."

En consecuencia este histórico poblado, donde se promulgó y juró la primera Constitución de nuestra República, fué reducido a cenizas. Como su iglesia parroquial era de tejas y ladrillos, de tres naves, construida en 1843, y su torre a pesar del fuego se mantenía enhiesta, los mambises socavaron sus cimientos y tirando de aquella con treinta yuntas de bueyes, lograron derribarla, consumando la destrucción del templo.

Cuando los españoles ocuparon el pueblo y resolvieron volver a levantar el caserío, utilizaron las piedras y ladrillos de la iglesia para sus obras de defensa. (11)

El 11 de mayo de 1869 desembarcó en la bahía de Nipe, península del Ramón, la expedición del Perrit, que venía bajo el mando del patriota Francisco Javier Cisneros, como jefe de mar, y trayendo como jefe militar al general americano Tomás Jordan, alumno de la famosa escuela de West Point y que recibió su entrenamiento en la guerra de Secesión donde llegó a jefe de estado mayor del general confederado Beauregard.

El 16 de mayo de 1869 tuvo el General Jordan un encuentro con los españoles, derrotándoles con grandes pérdidas, y días después dió el combate de Canalito, en el cual su ordenanza Henry Reeve, héroe de la contienda grande, se batió en tal forma, a presencia del jefe, que éste entusiasmado exclamó: "Dénle un rifle a ese muchacho, que es más valiente que Julio César"; pronto hemos de ver al valiente joven americano cubriéndose de gloria como oficial de caballería a las órdenes del Mayor.

En junio de 1869 se da la acción de Sabana Nueva de la que afirma Eugenio Betancourt que en ella tomó parte el Mayor, en tanto Sanguily lo niega. Aceptando nosotros la tésis de este último por cuanto no se concilia con la lógica que siendo Agramonte, en ese tiempo, jefe del Camagüey mandase la referida acción Angel Castillo. Este campamento español estaba situado muy próximo a la ciudad de Puerto Príncipe, tan cerca que después de la toma del mismo se esperaba en esta ciudad el ataque cubano. El Comandante General de la plaza que lo era Letona, quien había tomado posesión del mando el 29 de mayo, y. que tenía distintas condiciones que don Julián de Mena, salió, acto seguido, para el lugar del suceso con unas compañías de Chiclana, encontrando muchos cadáveres de soldados y destruído el fuerte en donde se albergaban.

El 14 de julio de aquel año tomó posesión del Gobierno Militar el Mariscal de Campo Don Eusebio Pueyo, moreno procedente de la reserva de Santo Domingo, país que abandonó para seguir al ejército español cuando éste se retiró de aquel territorio, y el propio día publicaba una circular de la Capitanía General de fecha 8, amenazando con pena capital a los que fuesen aprehendidos, con las armas en la mano, y amenazando, además, a los jefes españoles, "tibios en sostener la insubordinación."

Seis días después cañoneaba a Camagüey el Mayor Agramonte en la forma que vamos a relatar:

Hemos visto la alarmante impresión que produjo en la ciudad, por parte del elemento peninsular, desde luego, la resonante victoria de Sabana Nueva y el temor que se tuvo de que la plaza fuera atacada por los jefes rebeldes. El General Agramonte, jefe de la división camagüeyana, reune un núcleo que se hace ascender a seiscientos hombres, y previos imprescindibles reconocimientos divide su tropa en varios grupos, a cuyos jefes instruyó de su misión. Emplaza una pieza de artillería, calibre 24, en la finca El Pollo, al oeste de la ciudad, cerca del Hospital de San Lázaro. Esta pieza era mandada por el Teniente Coronel Beauvilliers. Refiriéndose a esta acción dice Sanguily que la dirigió personalmente el Mayor, pues Quesada no estuvo ni siquiera cerca del lugar.

Siguiendo el relato del cañoneo haremos constar que el Mayor dividió las tropas a sus órdenes en cinco grupos: apostó uno a dos kilómetros de la estación del ferrocarril con la consigna de tirotear la ciudad; otro lo situó en la Vigía para impedir que el regimiento acantonado en el Cuartel de Caballería saliera de su alojamiento; el terecero, invadiría el barrio de San Ramón, el cuarto penetraría por la Sabana del Padre Porro y el quinto irrumpiría por el barrio de la Caridad. Los cuatro grupos primeros ascendían en total a trescientos hombres y el núcleo que mandaba personalmente el Mayor tenía aproximadamente el mismo efectivo.

El jefe de la artillería abrió fuego con su pieza "Parrot" sobre la torre de la "Iglesia de La Merced" y sobre el teatro "Principal", construcciones de bastante visibilidad y situadas dentro del alcance del arma. Sanguily afirma, que no se hicieron más que nueve disparos de cañón, en tanto Juárez dice que diez y siete. En la ciudad, inmediatamente que comenzó el fuego, se tocó llamada, acudiendo. incontinenti todas las tropas a los lugares de formación.

El destacamento cubano situado a dos kilómetros del ferrocarril concentró su fuego sobre el cuartel de caballería. El grupo que invadió la Vigía tiroteó el cuartel, pero contraatacado por los lanceros tuvo que retirarse.

El que penetró en la calle de San Ramón fué rudamente hostilizado por diversos destacamentos de voluntarios y habiendo seguido hasta la plaza, recibió la carga de un pelotón de lanceros, que le obligó a retirarse hacia la finca "La Caridad."

El grupo que penetró por la Sabana del Padre Porro lo hizo al galope y se proveyó abundantemente de ropa, calzado y vituallas, sin preocuparle mucho las descargas que le hizo el retén que custodiaba el templo del Cristo.

El mariscal Pueyo, valiente y decidido, montó a caballo y salió, en el acto, a reconocer las posiciones atacadas, dirigiendo la acción hasta ver a los insurrectos en completa retirada, organizando una columna volante para salir a batirlos. La citada columna salió tras el grupo más importante, que era precisamente el comandado por el Mayor, quien esperó a Pueyo en Guanamaquilla, con su caballería lista para cargarle; pero el dominicano, un poco previsor, no pasó más allá de la Mosca.

El historiador Pirala, como otros españoles, afirma que 'Agramonte atacó a Camagüey con el propósito de tomarlo, y que Pueyo se anotó una victoria rechazándolo; pero los insurrectos y el buen sentido de consuno niegan que aquél fuera el propósito del Mayor, porque no era concebible que con tan pocos elementos de guerra pudiera tomarse una plaza como Camagüey, con un área tan vasta y defendida por un núcleo tan poderoso de tropas como el que tenía Pueyo a su disposición. Así, acertadamente, el Capitán General Antonio Fernández Caballero de Rodas, ofició a Pueyo diciéndole que Agramonte no había querido apoderarse de la plaza, sino proveerse de vituallas, en los establecimientos de la ciudad, lo que, desde luego, negó el Brigadier.

Lo que pretendió el Mayor, sin lugar a dudas, y lo consiguió con creces, y con insignificantes pérdidas, fué levantar el prestigio cada vez más creciente de la revolución y obligar a los españoles a aumentar el número de tropas que guarnecían la plaza, con detrimento de las operaciones. Así tiene razón Juárez Cano cuando llama a esta acción el "Cañoneo de Camagüey"; que eso fué lo que estuvo en el ánimo y en la intención del audaz e inteligente jefe revolucionario. (12)

Como corolario obligado de esta acción a fines del año 1869, se habían construido los fuertes Pueyo, Cerro, Serrano, Diamante, y otros, rodeando la población.

El 16 de agosto de 1869 ataca el General en Jefe Quesada con 1,200 hombres y una pieza de artillería, la plaza fuerte de Tunas. Presencian la función guerrera gran número de cubanas y el gobierno en pleno, esperando un éxito para nuestras armas, no sólo de) valor insuperable y magnífico de sus soldados, sino de la pericia del General; pero una vez más la falta de dotes militares, como táctico, de Quesada, le hizo fracasar. Nuestras tropas atacaron la plaza por cuatro puntos, defendiéndole con tesón inquebrantable seiscientos soldados de línea y doscientos cincuenta voluntarios que hicieron derroche de valor, luchando cuerpo a cuerpo dentro del poblado; pero el hecho de no haber podido el ejército sitiador rendir las trincheras, ni la torre de la Iglesia, donde se refugiaron núcleos españoles, determinó el fracaso a pesar del vivo fuego de artillería que verificaba la pieza instalada en la loma Mercader, la que luego avanzó con numerosa escolta de caballería para cañonear al enemigo con mayor efectividad. Otra causa del triunfo español lo constituyó el haber cumplido estrictamente los deberes que al militar impone la guerra el coronel de las reservas dominicanas José Vicente Valera. Este jefe había salido ese día temprano al campo, en busca de ganado, con una fuerte guerrilla de doscientos cincuenta hombres y tan pronto sintió el fuego acudió a él, "a la voz del cañón", como dicen los tratados de táctica, y, sorprendiendo, por retaguardia, una fuerza cubana de infantería que atacaba a la plaza, la diezmó; esta sorpresa constituye un motivo de fuerte censura para el general Quesada, por no haber dispuesto el necesario servicio de observación y vigilancia alrededor de las tropas atacantes.

Las bajas cubanas pasaron de 250 y dice Manuel de la Cruz, refiriéndose a este combate, que Agramonte suplicó a Quesada modificase sus planes; pero que aquél, frío e imperturbable, desoyó las súplicas y no atendió más que a su egoísmo. (13).

Esta acción constituyó un rotundo fracaso para las armas cubanas y puso de relieve lo que venimos afirmando del General Quesada con relación a su capacidad militar como oficial táctico. Aquí le son imputables dos graves errores; el primero, no haber calculado y estudiado el posible efecto de su artillería, en relación con la defensa de la plaza y el número de sus defensores, cuya ascendencia y calidad aconsejaban no realizar el ataque; pues aquella tropa en posesión de la ciudad, atrinchcrada y protegida no podía ser desalojada por la tropa cubana que le igualaba en número y armamento y que debía lanzarse al asalto a tomar las posiciones defendidas. Además, en la hipótesis de victoria, muy improbable, ella hubiera constituido un éxito a lo Pirro, nada aconsejable para un jefe cubano.

Si las acciones de Tunas y Camagüey se nos ofrecieran para obtener, por ellas, mediante las reglas del método inductivo, el valor de los generales que las mandaron, muy maltrecho quedaría el prestigio de Quesada, frente a los insignes méritos del Mayor. En la una, estruendo de bambalinas, estudio deficiente del poder ofensivo propio, ignorancia del poder defensivo enemigo, y descuido imperdonable en la observación y vigilancia; y como en la guerra los errores se pagan en moneda de sangre, muchos muertos y heridos, por parte del atacante cubano; fracaso total de la operación y, cual ineluctable consecuencia, pérdida inconmensurable de la fuerza moral por nuestras tropas.

En la otra, silencio en la preparación del ataque, que sorprende al enemigo; primer éxito; conocimiento del poder ofensivo nuestro y defensivo enemigo, y, como consecuencia, abstención del ataque a fondo; cuidadas la observación y vigilancia; acordadas la línea y momento de retirada y claro señalamiento del objetivo; como resultado, escasa pérdida de vidas, apoderamiento de vituallas y provisiones; depresión de la moral enemiga y crecimiento de la moral propia. (14).

Como hemos visto anteriormente, el general Tomás Jordan arribó a Cuba en la expedición del Perrit, en mayo del año 1869. En reconocimiento de sus altas dotes militares, fué nombrado Jefe del Estado Mayor General, cargo instituido por las ordenanzas, recién promulgadas en el ejército. El día 8 de octubre dictaba la mayoría general de Camagüey, la siguiente orden general: "Mayoría General del Camagüey. Orden general del día 8 al 9 de octubre de 1869. Con fecha primero del actual me dice el ciudadano general en jefe lo que sigue: el ciudadano general norteamericano Tomás Jordan, que fué jefe del Estado Mayor del General Beauregard, y general en jefe de Oriente, ha pasado a ser el jefe del Estado Mayor general, en cuyo importantísimo puesto prestará a la patria cubana el potente auxilio de sus valiosas facultades intelectuales y morales. Instituido ese indispensable cargo por la Ley de Organización Militar promulgada por nuestro Gobierno, quiere este Cuartel General que la oficialidad superior sea quien primero le dé realce y prestigio. Destituidos los cubanos de todo conocimiento en la milicia, y en lucha abierta con un ejército bien organizado, necesitan de los auxilios del arte para llevar a feliz término su empresa; y el mejor medio de aprovecharlos, es que todos obedezcan las órdenes que emanen del ciudadano jefe de Estado Mayor. Las disposiciones suscritas por su firma son forzosamente consultadas y aprobadas por el infrascrito. El distinguido militar jefe de Estado Mayor será, por lo tanto, por su conocimiento y su decisión, un auxiliar y alivio a este Cuartel General. Por eso recomiendo y exijo que sus, órdenes sean obedecidas sin vacilación para bien de la patria y consolidación del ejército. En consecuencia se da a reconocer, y lo harán asimismo los jefes en todos los cuerpos que operan en este Estado al ciudadano general Thomas Jordan como jefe de Estado Mayor general, y sus órdenes ya directas o trasmitidas por esta mayoría general, serán obedecidas sin vacilación. Patria y Libertad. Campamento Camagüeyano, octubre 9 de 1869."

"Los hechos no mienten" es un axioma de la jurisprudencia inglesa y en el caso del general Quesada pusieron, aunque un poco tarde, de relieve cuales eran sus méritos militares; de aquí que los jefes cubanos vieran con disgusto su permanencia en el cargo, la que hacía cada vez más irritante su deseo de llevar a Cuba a la dictadura _militar, la más abominable de todas las formas de gobierno en el mundo de la teratocracia. Sabemos que este era el propósito del Presidente Céspedes, ligado a Quesada por vínculos de afinidad. Como antecedente de esta cuestión, bueno es que refiramos como al llegar a Cuba el general, en 1869, en informe a la Junta Central Republicana sobre el estado de la guerra, había dicho que recibió un cruel desengaño, que había enviado un emisario con anticipación para que a su llegada le tuviesen en la Guanaja tres mil hombres reunidos para armarlos y marchar seguidamente sobre Puerto Príncipe; que sólo encontró 130 y que se resistían a reconocer jefe ni a obedecer a nadie. Por esto el afán del general de asumir la dictadura que hemos visto reprobaban, tanto el Camagüey como las Villas. Con este motivo, y para oponerse a ella, se celebró en la : Matilde de Simoni una reunión de jefes revolucionarios que trataron de la deposición de Céspedes y de Quesada. Con conocimiento este jefe de ese acontecimiento convocó a una reunión de cubanos para la finca "El Horcón de Najasa". Pero antes de este acto ya había escrito a Ignacio Agramonte la siguiente carta: "C. Ignacio Agramonte, Mayor General, Los Jagüeyes de Urabo, octubre 13 de 1869. Mi querido amigo: Muy a pesar mío voy a ocuparme en ésta de un asunto a que consideraciones muy ajenas a mi personalidad me obligan, por más que de mi persona se trate. Ha llegado a mi noticia, de una manera que no permite ni aún la duda, que hay entre los ayudantes de ustedes quienes se ocupan con frecuencia y de un modo desfavorable del General Quesada. Usted, que debe conocerme ya, habrá de creerme, al decirle que Manuel de Quesada no se ocuparía absolutamente de semejantes apreciaciones, por duras e injustas que fueran, no sólo por tolerancia natural de carácter, sino porque ha tenido oportunidad de saber por experiencia a cuán severos juicios expone la carrera de hombre público en cualquier sentido. Pero en el ejército, amigo mío, no hay nada más funesto, más preñado de encadenadas y fatales consecuencias en el porvenir, que esa libertad de juicios y apreciaciones sobre los jefes superiores, y que zapando todo prestigio, desmoronan la jerarquía militar y dan así al traste con lo único que hace posible la obediencia, primera necesidad del soldado en cualquier rango que se halle. El puesto que hoy indignamente ocupo yo, lo ocupará otro más digno y apto, pero ya el funesto antecedente quedará arraigado con todas sus consecuencias. Suplico a usted, pues, aunque creo el encargo supérfluo, después de poner el hecho en su conocimiento, haga usted poner término a esas censuras más o menos apasionadas, pero altamente inconvenientes, valiéndose primero de la persuación y haciendo por último uso de su autoridad y de las medidas reprensivas que dicta la ordenanza en todos los ejércitos del mundo. Cuento para esto con el tino y buen criterio que a usted distinguen, y quedo, como siempre su apasionado amigo.—M. Quesada."

Antes de hacerse la convocatoria para la junta de Horcón de Najasa, referida, la Cámara había recibido dos exposiciones razonadas de los jefes, oficiales y soldados, y otra firmada por muchos ciudadanos pidiendo la deposición de Quesada. A la junta asistió nuestro biografiado que abogó por los planes de Quesada, en cuanto se referían a obtener más independencia e iniciativa para el poder militar. Habiendo triunfado Quesada en esta junta, donde fué secundado por la palabra convincente y pura de Agramonte, convocó a otra para el siguiente día, a la que asistieron Moralitos, Cisneros, Zambrana y Agramonte; pero cuyos cuatro nombres eran índice evidente de lo que había de ocurrir. Efectivamente, en ella Quesada se atrevió a proponer, sin rodeos, el problema y pidió facultades dictatoriales. En el acto la dialéctica vigorosa y enardecida de aquellos hombres destruyó los argumentos del general quien, desconcertado, dice Morales, volvió sus ojos a Agramonte, su defensor de la víspera, y, confuso y aturdido, olvidando el prestigio moral del Mayor, le propuso la lugartenencia del Camagüey, si ponía su palabra decisiva al servicio de sus planes. Y dice Vidal Morales que Agramonte le volvió la espalda indignado y dijo: "Es una necesidad la deposición de ese miserable." Reunida la Cámara habló Zambrana; Agramonte, "a su turno, se levantó magnifico de indignación como en la Junta de las Minas y su discurso, como aquél, en que desbarató los planes de Napoleón Arango, decidió el debate acordándose la deposición de Quesada". Manuel de la Cruz dijo: "La tormenta que pudo estallar de aquel debate en que se, bosquejaban la eterna lucha entre el elemento militar y el elemento civil, se conjuró porque Agramonte supo poner el libro de la ley encima de la espada."

Dice Vidal Morales que entre los adictos de Quesada estaba el coronel Manuel Agramonte Porro, que mandaba las fuerzas de Caunao, quien viendo el cariz que tomaban las cosas le dijo al general: "Quiere usted que les colguemos de los faroles a esos chiquillos representantes. Una palabra y mañana amanecen colgados en el jardín de esas matas de naranja." El general contestó sonriendo, pero con firmeza: "Despacito, guarde usted todo ese entusiasmo para combatir a los azules. Nosotros debemos acatar las leyes que nos hemos dado." Este solo hecho, de cuya veracidad no puede dudarse, por constar en una obra que tan duramente trata al general Quesada, constituye monumento perdurable de su gloria y testimonio inconfundible de sus altas dotes de patriota probadas, demostradas y acreditadas mil veces en todo aquel vasto período de nuestras luchas por la independencia.

La Cámara, el día 17 de diciembre, dirigió al general Quesada la siguiente comunicación:

"En sesión celebrada el día de hoy, se resolvió por aclamación deponer a usted del cargo de general en jefe, en cuya virtud inmediatamente hará entrega del archivo y demás dependencias del Cuartel General al ciudadano jefe de E. M. General Thomas Jordan, comisionado al efecto. Y se comunica a usted para los fines consiguientes: P. y L. Palo Quemado, diciembre 17 de 1869. El Presidente, Miguel G. Gutiérrez. El Secretario Rafael Morales.—Al ciudadano Manuel Quesada."

A la que contestó en la siguiente forma Quesada: (15)

"Horcón de Najasa, diciembre 18 'de 1869. Ciudadano Presidente de la Cámara de Representantes: "Bajo una sola cubierta he recibido hoy por la posta dos comunicaciones de ayer de esa Cámara de Representantes. En una se me comunica la resolución de ese Poder de separarme del cargo de general en jefe y de la orden de hacer entrega del archivo y demás dependencias del Cuartel General al jefe de E. M. General Thomas Jordan. En la otra se me acusa recibo de mi oficio, techa también de ayer, haciendo dimisión del honroso puesto que he venido desempeñando de acuerdo con las inspiraciones de mi conciencia, con aclaración de que si hubiera llegado a esa Asamblea antes de aquel acuerdo, NO HUBIERA INFLUIDO EN LO MAS MINIMO EN LA DETERMINACION ADOPTADA. Constante, pues, el de la presentación de mi dimisión antes de expedirse el documento de deposición, y sin que yo sospechase siquiera que se trataba de acordarla, lastima mi decoro no sólo la no admisión de la renuncia para sostener la deposición, sino sobre todo el propósito marcado de hacerlo en las palabras que he transcrito. Confieso me es dolorosa tal conducta de parte de uno de los Poderes de Cuba, cuyo prestigio he procurado siempre y quisiera ver aún en estos momentos en el más alto grado de esplendor. Por lo demás, queda cumplido el precepto superior contenido en la comunicación aludida en primer término.—General M. Quesada."

"Esto y el Archivo del Cuartel General durante mi mando, es cuanto tengo que ofrecer en justificación de mi conducta. Creo haber cumplido con mi deber, y a ello ha contribuido indudablemente, más que mis limitadas facultades, la decisión y denuedo de los jefes y oficiales y el nunca desmentido patriotismo de los valientes soldados y del pueblo de Cuba. Continuad, compañeros de armas, dando al mundo el grandioso espectáculo de vuestros heroicos esfuerzos! Permitidme que al despedirme de vosotros os encarezca que sigáis haciendo alarde de vuestro valor y abnegación, de vuestro amor al gobierno y vuestro respeto a las leyes: y yo os ofrezco en cambio, que el que os trajo las armas con que asegurásteis la revolución y regularizásteis la guerra, os traerá también aquéllas con que habréis de conseguir la victoria y consolidar la paz. Réstame tan sólo añadir, que si bien ha cesado en el empleo de jefe superior del Ejército cubano, no dejará nunca de ser un soldado de la Patria, dispuesto a servirla donde quiera que se encuentre. El General M. Quesada."

La actitud de Céspedes, hermano político de Quesada, rayó a gran altura, contemplada a la luz del valioso testimonio que poseemos, para ello, y que lo constituye la carta que dirigió al ciudadano Antonio Lorda, concebida en estos términos:

"Nº 209.—Cudadano doctor Antonio Lorda. Mi estimado amigo: Hoy ha sido depuesto por la Cámara de Representantes el ciudadano general en jefe Manuel de Quesada. Yo no prejuzgo las cuestiones; mi lema es unión y salvación de la República: el respeto a las leyes y a la Constitución y la firme oposición a todo el que quiera hollarlas y entronizar entre nosotros cualquiera clase de despotismo, introduciendo la discordia y comprometiendo el triunfo de nuestra causa. Para esto cuento con todos los buenos conciudadanos. Y siendo usted uno de tantos, espero me conteste a vuelta de correo, manifestándome sus opiniones sobre el particular. De usted afectísimo amigo y s.s. q.b.s.m. Carlos Manuel de Céspedes."

Agramonte, por su parte, a pesar de las frases que le atribuye Vidal Morales, se presentó en la Cámara, acompañado de Jordan pidiendo le aceptaran la renuncia que presentada tenía el general; pero aquellos discípulos de Vergniaud se mostraron inconmovibles ante toda clemencia y contestaron en la forma que consta del comunicado que dejamos transcrito.

Los españoles, que habían ido aumentando sus fuerzas en esta ínsula infortunada, deciden emprender activas operaciones en Camagüey. Ya hemos visto al Coronel Goyeneche, activo y valiente jefe enemigo, operando a diario en los territorios de esta Provincia. Caballero de Rodas confió a este jefe la misión de operar en Camagüey, diciéndole: "Ya comprenderá que al mandarle a usted a esa jurisdicción es mi ánimo que dirija usted las operaciones sin dar la cara y mostrando siempre que el general es quien manda, a éste le digo que oiga el consejo de usted; él es dócil y modesto y usted hará lo que quiera sin faltar a la forma."

Pueyo, con conocimiento de que aquél venía a operar en la zona de su mando, animado por el buen deseo de los jefes y oficiales de la plaza y disparado por su amor propio, organizó una columna de cerca de dos mil hombres que salió de Puerto Príncipe el día 23 de diciembre de aquel año; llegó, por vía férrea, a Nuevitas y salió de aquí el 25 con destino a Guáimaro. Integraban la columna tropas de Infantería de Marina, la Reina, Chiclana, Voluntarios de Madrid, Cazadores de la Unión, tres escuadrones de caballería, una compañía de artillería, otra de ingenieros y cuatro piezas de montaña.

En el campo mambí, tan pronto el general Jordan tuvo conocimiento de los propósitos enemigos, se propuso salirle al paso y entablar una batalla; a este efecto ordenó una concentración de sus elementos de guerra y logró reunir 548 hombres y un cañón, el capturado por el heroico general Angel del Castillo en la acción de "Pitajones", a cuya pieza los cubanos, por orden de la República, llamaban "El Angel."

Cuenta Jorge Juárez que Jordan pensaba combatir al enemigo en campo abierto; pero que Agramonte le convenció de lo aventurado que resultaba esperarle en tal forma, dado los pocos recursos con que se contaba, tanto en hombres como en material. En consecuencia se ordenó construir una trinchera a legua y media de "Ojo de Agua" en la finca "Minas de Juan Rodríguez," por estimarse punto adecuado para batir al enemigo con ventaja. De lo acertado de la elección ofrece irrefragable testimonio la circunstancia de que el enemigo no pudo evitarla por ser punto obligado de cruce y la dificultad con que luchó para flanquearla, teniendo que hacerlo dentro del campo de fuego cubano.

A las doce del día primero de enero de 1870, al volver un recodo del camino la vanguardia española fué recibida por certero fuego de fusilería y un disparo de metralla que enviaba la citada pieza de artillería; la punta y extrema vanguardia fueron diezmadas y rechazadas, y aunque la vanguardia emplazó las piezas de artillería, que llevaba, tuvo que hacer alto, por lo que Pueyo ordenó el avance del centro y el flanqueo de la posición enemiga, que no se verificó sino después de grandes pérdidas, porque debía realizarse a presencia de los defensores de la posición.

Los cubanos tuvieron dos muertos y doce heridos y los españoles 400 bajas, entre muertos y heridos, lo que les obligó a vivaquear sobre el campo de su derrota, que tal fué, aun capturada la enemiga posición, refugiándose, al siguiente día, en la inmediata finca "Arroyo Hondo" en la que atrincherado pasó Pueyo 16 días. Los insurrectos que habían sabido vencer (como Aníbal), no supieron aprovecharse de la victoria, pues debieron haber hostilizado constantemente aquella fuerza, en su marcha sobre Nuevitas, que con la enorme impedimenta que llevaba y la gran depresión moral sufrida constituía, a no dudarlo, enemigo fácil.

Veamos los partes oficiales de esta acción y la comunicación del mayor general Jordan.

El parte oficial español publicado en el "Diario de la Marina" del domingo 30 de enero de 1870 dice así:

"El excelentísimo señor General, Comandante General de Puerto Príncipe en comunicación del 24 del corriente dá cuenta al Excelentísimo señor Capitán General de que con la columna de su mando, fuerte de 1,200 hombres de todas armas, y sin haber sido molestado en todo el camino que recorrió, desde Nuevitas, ocupó el 30 de diciembre próximo pasado el caserío de Guáimaro, incendiado y completamente arrasado por los insurrectos. En vista de la falta absoluta de albergue para las tropas, avanzó a una legua más, pernoctando en las haciendas denominadas "Ojo de Agua" situadas a ambos lados del camino real de la Isla y en las que descansaron las tropas al siguiente día. En primero del actual verificó un nuevo movimiento de avance, llegando a las once de la mañana al pié de una cuesta que forma recodo en el punto nombrado "La Mina de Juan Rodríguez" donde esperaba el enemigo en número de 3,000 hombres, al abrigo de un fuerte atrincheramiento que cortando el camino se prolongaba por sus flancos en una gran extensión de terreno."

"Un cañón que sólo tuvo tiempo de hacer cinco disparos contribuía a la defensa de esta posición que inmediatamente fué embestida por nuestras tropas. Atacó de frente la vanguardia protegida por las cuatro piezas de artillería de la columna, consiguiendo apagar a intervalos los fuegos del parapeto mientras los coroneles Aguilar y Suances le envolvían por sus flancos. Los enemigos que, detrás de su sólido atrincheramiento, habían sostenido el fuego contra nuestros valientes soldados, que combatían a pecho descubierto y en posición desventajosa, no tuvieron valor para esperar el asalto de nuestras tropas, de tal modo que cuando éstas saltaban el parapeto, aquéllos huían desbandados y en la mayor confusión y desorden bajo la acción de nuestro fuego. Acosados y perseguidos, desaparecían arrastrando consigo multitud de heridos y cadáveres, internándose en los bosques hasta donde ocuparon nuestros soldados el terreno."

"Por el flanco izquierdo de la posición entró el Coronel Aguilar, que con su fuerza de flanqueo había salvado los obstáculos interpuestos por el enemigo, abriéndose paso a través de todos ellos, y contribuyendo con la que atacó de frente a la dispersión de los insurrectos en su precipitada fuga."

"Recogidos todos nuestros heridos, enterrados los muertos y destruido completamente el atrincheramiento, vivaqueó la columna en la posición que había conquistado con duro escarmiento del enemigo. Se conoce que éste había intentado un esfuerzo supremo, y destrozado y disperso en tan gloriosa acción, no volvió a presentarse a nuestra columna ni en la finca nombrada "Arroyo Hondo", donde se estableció al siguiente día un hospital, ni en su regreso a Nuevitas, a pesar de las frecuentes exploraciones practicadas en todas direcciones por nuestra columna."

"En esta jornada tan gloriosa para nuestras armas hemos tenido 223 bajas entre muertos, heridos y contusos. Es siempre sensible la pérdida más insignificante entre nuestras bizarras tropas, pero el expresado número no puede considerarse excesivo atendida la inmensa importancia de esta acción de guerra, demostrando una vez más que ante el arrojo de nuestros soldados no hay trinchera alguna, por formidable que parezca, donde los enemigos de nuestra patria puedan considerarse fuertes."

"Por documentos y noticias fidedignas se sabe que los insurrectos tuvieron más de 350 bajas. El Comandante general recomienda el valor y decisión de cuantos han tenido participación en esta importante victoria y en particular el comportamiento de los Coroneles Aguilar, Suances, Araoz y Teniente Coronel Marín, cuyos dos últimos jefes han salido heridos. Lo que se publica de orden de S.E. Habana, 28 de enero de 1870. El Brigadier Jefe del E.M. Carlos Navarro."

El parte oficial cubano, dice así:

"En las Minas de Guáimaro tuvo lugar un reñido combate entre 548 hombres de todas las armas, con una pieza de artillería, al mando del general Thomas Jordan, y las fuerzas enemigas, que se componían de 2,000 hombres de infantería, caballería, artillería e ingenieros, al mando del general don Eusebio Pueyo. La acción empezó al medio día en punto y duró 75 minutos, en cuyo tiempo fueron rechazadas tres sucesivas cargas dadas por las tropas de línea española en columna cerrada y compacta de 500 metros de largo, lo menos. La cuarta densa columna que cargó, con marcial precisión y arrojo, debió haber tenido la misma suerte, a no ser por el hecho de haberse agotado las municiones. Se dieron repetidas y sangrientas cargas al machete; el chino Sebastián Siané, del Batallón del Norte, dió muerte a tres soldados españoles con la culata de su carabina. Dejaron abandonados los españoles unos 200 muertos, entre ellos algunos jefes y oficiales y 25 caballos. Las bajas cubanas fueron: muertos: Juan Viamontes y José Guerra; heridos: 12: El general Pueyo, teniente coronel don Sabás Marín y otros jefes, heridos también, y muertos el capitán de su artillería, don Fernando Valdés, y todos sus artilleros. La victoria alcanzada por el general Jordan fué completa."

El parte oficial del general Thomas Jordan dice lo siguiente: "E. M. G. San Agustín y enero 6 de 1870".

"En el Boletín de ese apreciable periódico sobre la acción de las Minas de Guáimaro hay tantas inexactitudes, que a solicitud de los oficiales presentes, que creen importante ofrecer al país una relación más exacta, en anticipación al parte oficial detallado, tengo que suplicar a usted que publique en su próxima edición que el número de nuestras fuerzas empeñadas no excedió en 548 hombres de todas armas con una pieza de artillería. Circunstancias que estaban fuera de mi alcance dominar contrariaron mis esfuerzos, para reunir tropas más numerosas a tiempo para el combate. (16) Por su parte el enemigo contaba con muy poco menos de 2,000 hombres de infantería, artillería y caballería, pues se han encontrado muertos pertenecientes a cinco cuerpos, a saber: Infantería de Marina, Chiclana, Unión, Artillería y Voluntarios de Madrid. Había, además, cien hombres de caballería y tres piezas de artillería. Han sido hallados en el campo 200 muertos, entre ellos muchos jefes y oficiales así como unos 45 caballos. La acción, que empezó al medio día en punto, duró 75 minutos, en cuyo tiempo fueron rechazadas tres sucesivas cargas dadas por las tropas de línea española en columna cerrada y compacta de 500 metros de largo lo menos: la cuarta y densa columna que cargó con marcial precisión y arrojo debió haber tenido la misma suerte, a no ser por el hecho de haberse agotado nuestras municiones y porque la persona en cargada del parque no se halló a tiempo. Por consiguiente, me ví obligado a ordenar la separación de nuestras fuerzas de sus posiciones, la cual se efectuó con una sangre fría y precisión que hubieran hecho honor a veteranos de cien batallas. Toda la línea (nuestras trincheras ocupaban un espacio de 490 pasos) estaba bajo mis ojos, y no ví un solo caso de mal comportamiento por parte de jefe, oficial o soldado alguno, sino por el contrario un soberbio espíritu y valor. A solicitud de oficiales y soldados ordené una carga al machete sobre los tiradores enemigos de nuestro flanco izquierdo, la cual fué ejecutada de la manera más brillante con mucho efecto y produciendo algún botín a los que la dieron; en esta carga un chino del batallón del Norte, llamado Sebastián Siané, dió muerte a nuestra vista a tres soldados españoles con la culata de su carabina. Nuestra baja total ha sido de dos muertos, Juan Viamontes, soldado de artillería y José Guerra, del Batallón del Norte, ambos de balazos en la frente, y doce heridos, de los cuales sólo uno grave. Con veinte cartuchos más por plaza toda la columna enemiga hubiera sido destruida, pues estaba ya ondulando y a punto de ceder en el momento que se agotó nuestro parque, dos o tres buenas descargas hubieran terminado la obra. La cabeza de la primera columna se dejó llegar hasta las trincheras, antes que rompiésemos sobre ella el fuego. Parece ser que el enemigo no estaba instruido de nuestra posición. Estoy orgulloso de haber tenido la oportunidad de mandar semejantes tropas; su noble ejemplo ha infundido en todas las que desde entonces se nos han reunido, intenso entusiasmo: todas están igualmente ávidas por encontrarse con el enemigo, lo cual verán en breve cumplido, y estoy seguro que con el más feliz resultado. El enemigo está de tal modo sobrecogido que no atreviéndose a avanzar sobre el Camagüey, ha contramarchado una legua en el camino que traía, se ha atrincherado y no osa salir por subsistencia más allá de algunos centenares de varas de su campamento y aún así sólo en número de 300 hombres. Por descontado que no podrá permanecer mucho tiempo en semejante situación y tendrá que moverse pronto en cualquier dirección embarazado con 300 heridos a lo menos y las armas de éstos y de los muertos; disminuida así su fuerza efectiva en un tercio por lo menos, pues sus muertos y heridos no pueden bajar de 500. Thomas Jordan." (17)

Este combate, a juicio de Manuel Sanguily, fué el más notable y el más ruidoso de la guerra hasta Palo Seco, en tanto para un español, el comandante Barrios, la derrota de Pueyo "implicaba la pérdida de trescientas bajas por apoderarse de una mala empalizada, mientras los adversarios apenas habían sufrido seis u ocho y aunque quedamos dueños del campo, como al día siguiente se vió que necesitábamos cuatro hombres para llevar cada herido en camilla y éstas pasaban de doscientas, habia que emplear casi todas las fuerzas en este servicio, quedando muy pocas para defender tan gran convoy."

Goyeneche organiza en Ciego de Avila una fuerte columna de seis batallones, un escuadrón de caballería, cuatro piezas de montaña y la contra guerrilla de Cassola, atraviesa la vasta extensión que le separa de Puerto Príncipe, de donde sale el día diecisiete en busca de Pueyo, de cuya derrota ya había noticias en esta capital. Goyeneche marcha directamente hacia el centro de operaciones insurrecto y choca con el enemigo en el Clueco el día veintiseis de febrero de este año de 1870. En la acción pelearon 5,000 soldados del ejército español contra fuerzas cubanas mandadas por Jordan y el Mayor.

En este combate, empleando la misma táctica observada en "Minas de Juan Rodríguez", no se obtuvo la ventaja de la sorpresa por cuanto un tiro escapado a un cubano puso al enemigo en guardia, según el parte nuestro. Según Goyeneche tan pronto avistó la loma, comprendiendo que constituía un sitio ideal que habían de aprovechar los insurrectos, dispuso lo pertinente para atacarlo, ordenando a los coroneles Báscones y Armiñán que ejecutaran un movimiento envolvente sobre la posición; pero que "los insurrectos, que se mantenían ocultos y silenciosos detrás de una trinchera no descubierta por los españoles, rompieron el fuego sobre la vanguardia y la cabeza del flanqueo derecho. Entonces se generalizó el fuego en toda la extensión de la trinchera, lanzándose sobre los costados los flanqueadores, en tanto medio batallón de San Quintín y medio de Pizarro, apoyados por la artillería, tomaron la posición."

Según Jordan, al escaparse el tiro al soldado, ya referido, el enemigo envió flanqueos, al punto que los cubanos rompían el fuego que hizo grande y visible estrago y obligó a la columna a replegarse; pero una fuerza de Vuelta Abajo, presa de inexplicable pánico abandonó la posición, lo que hizo necesaria la retirada; de lo contrario hubiera disparado sobre el enemigo hasta el último cartucho o lo hubiera rechazado. Las bajas cubanas consistieron en tres muertos y un herido grave: las españolas las calculaba en doscientas. (18)

En esta época la táctica cubana consistía en atraer al enemigo hacia una fuerte posición, la que trataba de tomar, en cuya operación se le causaban grandes bajas con muy pocas para eI cubano defensor, que se cuidaba siempre de asegurar su retirada. (19) Esta táctica precedió a la que luego empleara el arma de caballería, cubriéndose de gloria con el Mayor Agramonte, el 17 de noviembre de 1871 destrozando a las fuerzas del Tigre, o en el Cocal del Olimpo derrotando a la columna de Abril. Esta táctica de caballería fué seguida por Viriato contra los romanos, en Tríbola por Muza Ben Nozair, a orillas del Tajo; contra los godos, en el sitio de Mérida y por el General Gómez en Palo Seco y las Guásimas de Machado entre otras, de las infinitas acciones libradas por este invicto general. Pero si es Agramonte, o mejor, en la fuerza donde él pelea donde por primera vez se usa por los cubanos este método de combatir, la presunción asume casi los caracteres de evidencia para atribuir a nuestro biografiado, ducho en la historia de la nación colonizadora, el haber traído a nuestros campos este. sistema de guerrear.

El 26 de febrero de 1870 atacó el General Jordan, sin éxito, a "Punta de Pilón", siendo ésta la última acción, de que da cuenta la historia, librada por el ilustre general americano, que tan grandes servicios le prestara a nuestra Patria.

Ya, desde primeros de este mes, tenía presentada la renuncia de su alto cargo; y de su noble intención dá testimonio la carta que el día seis del propio febrero dirigiera al representante Lorda, que dice así: "Muy señor mío: Por el doctor Emilio Mola he recibido su mensaje expresando el deseo de verme y excitándome a conferenciar cuanto antes con el presidente, y también yo he deseado ver a usted desde que supe su vuelta al Camagüey y siento que no nos hayamos encontrado. Antes que ésta llegue a sus manos habrá usted tenido ya sin duda noticia de mi renuncia y de las causas que en mi juicio me ponían en el caso de obrar así. Educado desde la edad de dieciseis años en la profesión de las armas y orgulloso de esta profesión como la de la larga serie de hombres ilustres que han demostrado y establecido los principios de la misma, principios cuya verdad he visto personalmente confirmada de la manera más terminante en una gran guerra, en estos últimos diez años, tanto por las desastrosas consecuencias que han seguido a su violación, como por los decisivos resultados que ha dado el cumplimiento de ellas, no puedo consentir por un momento sólo, para conservar un puesto elevado, en hacer, por deferencia a la ignorancia y a la preocupación, lo que sé que es malo; en emprender de nuevo o continuar un sistema de operaciones que aquí mismo en Cuba ha resultado ser ineficaz durante el año transcurrido. Como soldado estoy obligado por deber de honor a hacer la guerra como lo han enseñado durante veinte siglos todos los soldados, sin excepción, como el único medio para obtener absoluto éxito. No puedo honradamente proceder de otro modo, aún cuando no supiere que hacer la guerra como el general Agramonte y muchos de sus subordinados desean que la haga, es faltar a Cuba y que su resultado ha de ser un acto de suicidio físico y moral. Porque se lo aseguro a usted como hay Dios, si se persiste en el antiguo sistema de operaciones, el pueblo de Cuba se verá pronto reducido a absoluta y abyecta sumisión a España, abrumado inmediatamente bajo el peso de la peor de las tiranías. Afirmo esto sin ninguna clase de esperanza de cambiar a tiempo la creencia que desgraciadamente parece dominar en el país, y sólo para mostrar claramente los motivos que obran en mí. ¿Se preguntará por qué si estoy tan convencido del verdadero método que debe adoptarse para dirigir la guerra, no insisto en dicho sistema? A todo lo cual respondo que trataré de hacerlo así durante el tiempo que permanezca al servicio de Cuba, pero con poca esperanza y desalentado por la convicción de que haciéndolo así habré necesariamente de evitar el descontento de oficiales y soldados, que lo subordinan todo a su deseo de estar en sus casas o cerca de ellas y de las familias, que, no viendo sino que mi sistema los expone a inconvenientes, no alcanzan a comprender el bien grande y permanente que el mismo proporcionaría finalmente a todos. Sin la completa simpatía del mayor general Ignacio Agramonte por mis planes, mucho más con la manifiesta creencia de que la concentración es impracticable al presente, no puedo nunca esperar una eficaz ejecución de aquéllos por sus subalternos. He tenido ya la evidencia de esto, y a no ser por dicha causa, el encuentro del otro día con Goyeneche, hubiera tenido un resultado tan ventajoso para nosotros como lo tuvo el de Pueyo. He sepultado una gran esperanza al hacer mi renuncia, pues yo había contado con la posibilidad de enlazar mi nombre a la independencia de Cuba, y hacer después de la Isla mi hogar y el de mis hijos. Me encuentro aquí en expectación de una operación del enemigo, que se ha anunciado y que se desenvolverá dentro de pocos días; no puedo, por consiguiente, dejar esta comarca, especialmente hallándose ausente el mayor general a consecuencia de la noticia de la muerte de su padre. Tan pronto como pueda moverme me apresuraré a dirigirme a la Presidencia. Mientras tanto, tengo el honor de ser de usted con la mayor consideración. Thomas Jordan."

Sustituido por el gobierno de la República, en el mando, el día 9 de marzo de 1870 salió de Cuba y el llegar a Nueva York el 6 de mayo nos envió a su costa 60 arrobas de azufre que era lo que más necesitábamos, para la fabricación de la pólvora, y en el "World" de 6 de diciembre dijo:

"Ningún pueblo se ha insurreccionado jamás merced a más provocaciones, y ningún pueblo ha peleado jamás con tanta obstinación por la libertad y rodeado de desventuras tan numerosas y desalentadoras, como pelean en la actualidad los cubanos, después de dos años de lucha, en los cuales han puesto fuera de combate a mayor número de sus enemigos que los que pusieron nuestros antepasados en los dos primeros años de nuestra revolución. Partiendo del pleno conocimiento personal que, tengo de lo que se ha hecho en Cuba, y con los recursos y obstáculos con que han luchado y luchan los cubanos, me atrevo a asegurar que si nuestros antepasados se hubieran visto obligados a combatir bajo la mitad de la presión de las dificultades con que aquéllos han tropezado a cada paso, habrían tenido que someterse, antes de que Francia hubiera tenido tiempo de interponer su poderoso auxilio de tropas regulares que constituían más de la mitad de las fuerzas que acabaron con Cornwallis y dieron término a la guerra en Yorktown. Nuestros antepasados obtuvieron el auxilio de Francia, consistente en tropas, armas y municiones. Los cubanos no han tenido auxilio de ninguna parte, antes al contrario, los gobiernos de los Estados Unidos é Inglaterra han interpuesto directamente su autoridad para impedir que reciban ayuda alguna."

El 30 de marzo de 1870, el derrotado general Don Eusebio Pueyo, salió de esta ciudad, con dirección a La Habana, y al paso del tren por los kilómetros 22 a 23 de la linea de Nuevitas fué tiroteado por las fuerzas cubanas. Era la despedida que se llevaba de esta región el hombre a quien habían hecho morder el polvo los cubanos de Jordan y Agramonte en la "Mina de Juan Rodríguez."

El 4 de abril de 1870 el Presidente de la República, Carlos Manuel de Céspedes, dictó un decreto que refrendara el Secretario de la Guerra Antonio Lorda por el cual distribuía las fuerzas militares de la República y era nombrado primer jefe del Distrito del Camagüey el ciudadano Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz.
 


Notas:

(1) Justo Zaragoza en las "Insurrecciones de Cuba", páginas 242 y 243, dice: "La conducta del Brigadier Mena, que para tranquilizar los afligidos ánimos no encontró mejor medio que encerrarse en el Convento de la Merced, haciéndolo desocupar a la Audiencia del Territorio, acopiando allí víveres y rodeándose de los pocos soldados de la Guarnición, de los voluntarios y de algunas piezas de Artillería, decidieron a los tibios a tomar una resolución seguidamente. Los que más intranquilos vivían, por sus compromisos con los del campo y su falta de confianza en la población, dejaron a 1 de noviembre sus hogares, creyendo encontrar mayores garantías de seguridad entre las bandas insurrectas; y los que mejor dispuestos se hallaban a defenderse de los enemigos de España, empezaron a desanimar al ver reducirse su número y notar la desconfianza de todos en el Gobernador que tan triste ejemplo daba cuidando solamente de su defensa personal."

(2) Los emboscados, enardecidos, se lanzan sobre los carros, los ocupan per pocos instantes, acuchillan las desordenadas tropas, batiéndose sin plan ni concierto, hasta que a los primeros estampidos de la artillería española, el grueso de las partidas congregadas en aquel sitio huye despavorida, manteniéndose en el puesto un grupo como de sesenta hombres que prestan obediencia a Augusto Arango. Más de un centenar, impelido por el pánico, ha puesto el pie en polvorosa. Entre aquellos sesenta está Salvador Cisneros, que dá la primera prueba de su inmutable desdén de la vida, sosegado y pasivo; Angel del Castillo; Eduardo Agramonte Piña; Ignacio Agramonte; los hermanos Boza y casi todos los que después habrán de figurar a la cabeza de las fuerzas camagüeyanas, cuando éstas se organizacen. Valmaseda puso en ejercicio las tres armas; el grupo que mandaba Augusto Arango sólo disponía de algunas escopetas de caza, carabinas, fusiles primitivos, machetes y dagas. Los jinetes, los escogidos que allí permanecieron, llegaron al lugar de la cita, atraídos por el incentivo de la aventura, solos o en pareja, dejaban sus cabalgaduras al cuidado de sus esclavos y criados y se acercaban a la línea de fuego de la emboscada, y hubo indolente que descargaba el arma que su siervo le cargaba a sus espaldas. Valmaseda, repuesto de la sorpresa, desplegó en guerrilla el regimiento de la Habana, que rompió nutrido fuego sobre los emboscados, a los que lanzó numerosas granadas y más de veinte disparos de metralla, logrando que le franquearan el camino, a costa de catorce muertos y de cincuenta heridos, sin incluir las bajas que sufrió, ya en marcha, al ser atacado por retaguardia. En las filas de Augusto Arango, Eduardo Agramonte Piña fué herido levemente en un muslo, y Villafaña, también herido leve en una mano. Tal fué el famoso combate en Bonilla. Arango se retiró a Sibanicú y Valmaseda acampó en el ingenio La Fé, renunciando a proseguir por la vía férrea, y emprendiendo marcha, después de tres días, por el antiguo camino de Nuevitas. En los Itabos esperaban el paso de la columna Angel Castillo, Bernabé Varona y Gaspar Agüero, emboscados y escalonados, cada uno a la cabeza de diez hombres. Rómpese el fuego a las tres de la tarde; ruge la artillería española, la columna sufre algunas bajas y Gaspar Agüero, contuso, cae en poder del enemigo. Valmaseda continúa su avance cañoneando a tontas y a locas, como si quisiese amedrentar, con el estruendo de su artillería; destruye los ingenios Santa Isabel y Reunión a cañonazos, acampa en el último de éstos y al otro día, al atravesar los montes de la hacienda Consolación, Arango, que allí lo aguardaba en emboscada, le causa numerosas bajas. En este encuentro es baja definitiva Teodoro Blanco, el primer camagüeyano muerto en acción de guerra, herido grave Pedro Recio Agramonte, seis leves de la tropa y contuso, por bala de cañón, Luis Agramonte. En la noche de aquel día Valmaseda ocupa el caserío de San Miguel de Nuevitas. Como la columna había quedado muy debilitada por las bajas, y penalidades de la marcha, luego que fué reforzada con dos batallones, salió de Nuevitas para Sibanicú Arengo le esperaba con el grueso de sus fuerzas atrincherado en el paso del río Arenilla, en donde además se le tenía preparado una piara de ganado salvaje que, en hora oportuna, habría de ser avalanzada como una tromba sobre la columna. Pero Valmaseda esquivó el paso y, siguiendo por camino opuesto, fué a acampar a Consuegra, en donde el continuo tiroteo de las guerrillas, obligó a sus soldados a pasar la noche en claro. Al día siguiente hizo rumbo a Cascorro, bajo los fuegos de la partida de Pedro Ignacio Castellanos, ocupa el pueblo, lo saquea y parte en dirección a Las Tunas. Augusto Arango, amboscado en los montes de los Dolores, lo bate y le hace un prisionero. En este encuentro murió Domingo Méndez, campesino que había organizado y capitaneado una partida, y al que se dió sepultura en el cementerio de Guáimaro, con los honores de ordenanza. Tales fueron las peripecias de la columna de Valmaseda en su tránsito en estos primeros tiempos de la revolución, por el territorio camagüeyano. (Datos proporcionados por Rafael de Armas Montenegro) He aquí el parte oficial, de origen cubano, de la acción de Bonila: "El 28 de noviembre encontré fuerzas enemigas al mando del general Villate, en el puente de Tomás Pío, monte de Bonilla. Las calculo en ochocientos de todas armas. Avisado con anterioridad, coloqué la gente en los puntos convenientes, aguardando al enemigo toda la noche del 27; se presentó el 28, como a las 10 de la mañana, en un tren especial. Llegado al puente empezó a maniobrar con las compañías del regimiento de la Habana, desplegándolas en guerrilla y haciendo un fuego, nutrido y constante, sobre mis líneas. Estas rompieron sus fuegos el combate siguió. Nos envió más de veinte cañonazos con metralla, muchas granadas y como doce mil tiros. Se mantuvo el fuego durante tres horas con mucho furor. Avanzó el enemigo, salió de nuestros tiros y en seguida ataqué la retaguardia; allí le causé bastante daño que se aumentó con la llegada del tren convoy. Se han visto en el campo doce muertos y según el maquinista, prisionero, les causamos cincuenta heridos. He estorbado la comunicación por vía férrea, pues el enemigo quería restablecerla; me he apoderado de su locomotora y sus carros que imposibilité. He tenido dos heridos en mis filas; una herida llevó en un muslo Eduardo Agramonte y otra en una mano Vicente Viamonte. Sólo 150 hombres opuse al enemigo. El enemigo dejó tres cadáveres insepultos. 29 de noviembre de 1868. El General en Jefe, Augusto Arango. Ignacio Mora, Secretario. Sibanicú, 1º de diciembre de 1868" (No hemos podido precisar si fué Viamonte o Villafaña el otro herido de Bonilla).

(3) Los destruyó Agramonte en el combate memorable de Jacinto.

(4) Pirala dice: Que los españoles en 1851 dejaron por muerto sobre el campo a Augusto Arango y como tal se dió en los partes oficiales. De este hecho Gonzalo de Quesada dijo: "Con la cabeza deshecha, sangrando de tremendas heridas, a gatas se había arrastrado toda la noche hasta llegar a una finca, donde su hermano el conocido médico Agustín le hizo las primeras curas, se escapó a los Estados Unidos con sus familiares, al hueso le sustituyó la plancha metálica, y después de muchos años de cuidado, pudo recobrar el habla, y emprender de nuevo su educación; cuando el indulto general, volvió a Camagüey; siguió laborando y se pronunció otra vez de los primeros; su región entera estaba toda sublevada".

(5) Este patricio remitió para su pariente Angel 100 Spencer que venían separados. Con este armamento, superior al que usaban los españoles, Angel organizó una magnífica columna de choque, la mejor de la época, con la que asaltó y quemó a San Miguel y destruyó el campamento de Sabana Nueva, entre otros mil hechos de gloria y de heroísmo. Según C. M. de Céspedes, las cuentas de la expedición se hallan en poder de Angela del Castillo, hija de Martín El costo de la misma fué de $50.000 de los que pagó Castillo diez mil y regaló, como se ha dicho, además, los Spencer, las municiones para ellos, el cañón y las granadas.

(6) Pirata ha dicho: "Aquella muerte fué una gran desgracia de funestas consecuencias por las transaciones que impidió. Los periódicos españoles atribuyen injustamente el crimen a los insurrectos" .

(7) Pirata ha dicho: "En Puerto Príncipe ya, desde principios de enero del año 1869, empezaron a escasear las subsistencias por el bloqueo establecido por los insurrectos, que amenazaron con fusilar a cuantos cogieran con provisiones para la población".

(8) Esto no aminora un ápice los méritos indiscutibles y reales que para con la Patria tiene contraídos el General Quesada. Excelente organizador se ocupó, tanto de la distribución de las unidades y efectivos que debían integrarlas, en relación con el número de sus jefes, cuanto del sistema de aprovisionamiento, de la fundación de talleres, armerías, fábricas de pólvora, reclutamiento de soldados y dedicó, por encima de todo, atención preferente a la organización de la caballería camagüeyana.

(9) Vidal Morales, en la página 472 de "Iniciadores y Primeros Mártires", dice: "La Asamblea de Camagüey en 25 de Febrero de 1869 dictó el siguiente decreto. (De Abolición de la Esclavitud").

(10) Céspedes, exculpando a Quesada, dice: "Dígase que las circunstancias fueron desfavorables. Esa es la guerra con sus alternativas y algo hay que conceder también a la brillante cualidad militar del jefe español, recordando en su honor que tampoco "el genio militar de Agramonte pudo contenerlo cuando se retiró de Puerto Príncipe para volver a Nuevitas". No es posible comparar seriamente ambos hechos de armas. El cruce de la Sierra es un hecho de imponderable importancia estratégica, que no debía desconocer el general en jefe cubano y para impedirlo debió de haber colocado a su paso todos sus elementos de guerra, pues derrotado Lesca, hubiera sido tomado prisionero de seguro, ya que sin auxilio cercano la retirada le hubiera sido imposible con la enorme impedimenta de sus bajas Y el ejército cubano. vencedor, habría capturado sin trabajo la propia capital del Camagüey En tanto, la acción de La Ceja es librada con pocos hombres y escasos recursos de guerra Quesada, por su parte, en su informe a la Junta Central Republicana, decía: "La presencia del brigadier Leca en Nuevitas con una fuerza de tres mil hombrea, destinada a Camagüey, me obligó a concentrar las mías sobre la línea. Allí, reunicle la mayor parte de las fuerzas del Centro, traté de dividirlas en regimientos, batallones, compañías, encontrándolas ya muy dóciles a la disciplina y más dispuestas a la obediencia, aunque inexpertas en la táctica. Pasó así el mes de enero y parte de febrero, hasta que el 22 de éste, al par que caía yo enfermo de una fiebre eruptiva, recibía la noticia del desembarque de Lesca por la Guanaja y su intento de atravesar la Sierra de Cubitas hacia Puerto Príncipe. Dí las órdenes necesarias para la inmediata ocupación de las mejores posiciones de la Sierra; pero la poca disciplina del novel ejército hacía tan embarazosos sus movimientos que sólo 500 hombres tuvieron tiempo de tomar posiciones ventajosas, y ese número. cortísimo en comparación de las fuerzas enemigas. fué el que causó el destrozo que conocemos: 330 muertos y 800 heridos y hubiera bastado, tal era su decisión en el combate, a rechazar del todo la columna si se hubiera construido una pequeña trinchera transversal en la boca del desfiladero, pero no pude estar yo presente y a nuestros inexpertos jefes no se les ocurrió tan sencilla idea . . ."

(11) Hablan de la destrucción de Guáimaro los siguientes autores: Ubieta, tomo cuarto, página 161. "Mayo 10 de 1869. El gobierno de nuestra República ordena el incendio del histórico poblado de Guáimaro, residencia del Ejecutivo, desde el 10 de abril, trasladándose éste a la hacienda Santa Lucía, propiedad de los hermanos Dionisio y Manuel González". Pirala, en el tomo primero, página 643, dice: "Quesada ordenó lo siguiente: Al Comandante de Armas de Guáimaro Don José Manuel de la Torre: Inmediatamente y bajo su más estrecha responsabilidad pondrá usted fuego al pueblo que se halla bajo su gobierno, de manera que no quede piedra sobre piedra. El ciudadano coronel Chicho Valdés ayudará a usted en la completa destrucción de ese poblado". Vidal Morales, en "Hombres del 68", dice, página 138: "A consecuencia de haber ordenado el general Quesada el incendio de Guáimaro, tuvieron que salir de la población todos los miembros del Ejecutivo, de la Cámara, de la Corte Marcial y otras muchas personas el día 10 de mayo de aquel año." Francisco Argilagos en "Patria", página 137, dice: "Inició Guáimaro su desesperado via-crucis con el incendio ordenado para el día 15 de abril de 1868, por el General Quesada, a fin de que al llegar el Conde de Valmaseda no encontrase casa donde alojarse". Y Zaragoza, en la página 809, del Libro 20 "Insurrecciones en Cuba", dice: "Ordenó Quesada la destrucción de Guáimaro, insertando la orden al comandante de armas".

(12) Así le llamaba también, "Estudio Histórico sobre Agramonte", el notable escritor Manuel de la Cruz, aunque negando erróneamente que el Mayor dirigiera la acción: "Jamás atacó a Puerto Príncipe, aunque asistió al cañoneo a las órdenes de Quesada". Manuel Sanguily, en "Rectificaciones Históricas", puso las cosas en su lugar.

Céspedes en su obra citada: "Manuel de Quesada y Loynaz", dice: "Agramonte al frente de su provincia natal, se batía con fuerzas de Lesca en la Ceja, causándole más de 200 bajas el 3 de mayo y el 19 ataca a Puerto Príncipe por distintos lados y sus avanzadas combaten hasta en el barrio de la Caridad "

(13) El propio Céspedes, panegirista de Quesada, dice: "Esta acción malograda atrajo sobre el General en Jefe todo género de censuras por su terquedad, dicen sus adversarios, al no querer cambiar de táctica, aun cuando quedó demostrada la ineficacia del primitivo plan de ataque y haberle insinuado Agramonte la conveniencia de modificarlo."

(14) Informe del general Quesada a la Junta Central Republicana: "Me propuse dar un asalto a la ciudad de Las Tunas, no con el objeto, como erróneamente se ha supuesto, de tomar la plaza y conservarla o destruirla, que esto jamás entró en mis planes, sino con el de sacar del asalto todas las ventajas materiales y morales que pudiera en ropa, armas y municiones de guerra y boca. Hice, pues, mover las tropas hacia Las Tunas acompañadas de un regimiento de los mejor disciplinados, armados solamente de fusiles de madera; aproximé mis tropas durante la noche a la plaza amenazada, coloqué la artillería sobre una eminencia que dominaba la población y al pie de ella desplegué, en doble línea de batalla, el regimiento desarmado, mientras que al despuntar el alba y al primer cañonazo de ataque lancé al asalto las tropas armadas, en cuatro columnas distintas de 150 hombres cada una, que penetraron en la población por los cuatro extremos de sus dos flancos. El recuerdo de ese día memorable será un monumento glorioso para la historia del ejército libertador. Habíanse apoderado nuestras tropas de 300 rifles, una gran cantidad de municiones y si no saquearon un inmenso botín fué porque en la orden general del día prohibí, bajo pena de muerte, el saqueo. Tomáronse 23 prisioneros, 300 rifles, sacáronse por mi orden de los establecimientos cuantas piezas de rusia pudieran cargar nuestras acémilas y se retiró nuestro ejército en perfecto orden sin que el enemigo disparara un tiro durante la retirada, ni se atreviera a salir de su reducto hasta que al siguiente día le llegara el refuerzo, de cuyo movimiento tuve noticia en el campo mismo e la acción. Tal fué la batalla de Las Tunas que nuestros enemigos han pintado como una derrota, y que yo considero como la acción más gloriosa de la revolución. Obtuvimos ventajas inmensas sobre el enemigo y desde ese día el ejército cubano se ha transformado de tímido e indeciso que antes era, en intrépido y arrojado cual ninguno "

(15) Dice V. Morales que no faltaron partidarios al general Quesada y que Céspedes tuvo que influir en el ánimo de Bembeta para que no llevase a efecto el plan de disolución violenta de la Cámara. Agramonte, en previsión del atentado, dió severas instrucciones a su hermano Enrique.

(16) Véase como este verdadero soldado se apresuraba a reunir grueso contingente tan pronto preparaba una acción importante.

(17) Dice Torres Lasquetti que acompañaron a Pueyo, en esta desgraciada operación, empleados del Gobierno, comerciantes españoles y hasta un cura, que esperaban ver correr a la gente de levita, no faltando quien manifestara "que iba a la montería por tener el gusto de ver estacar los cueros de los insurrectos".

(18) Refiriéndose a estas acciones, dijo Zambrana "que el distrito del Camagüey presentaba en 1870 un aspecto formidable y que fué objeto de la atención del gobierno español, que reconcentró sus recursos para extinguir en él la revolución; que Pueyo dirigiéndose al este y Goyeneche al sur, creyeron aterrorizar a su paso al Camagüey; pero derrotado por completo el primero en las cercanías de Tana y batido, aunque no con tanto éxito, el segundo en las trincheras del Clueco, variaron de sistema los españoles, convencidos de que sus pesadas columnas, tardías y embarazosas para moverse, presentaban un blanco más seguro al tiro de la emboscada y al ataque de la inesperada guerrilla, y trataron de fraccionarse; pero los patriotas diseminados en pequeños y numerosos grupos, para inquietar las columnas, interrumpir su sueño y perturbar su marcha, cerraban sus batallones al ver dividido al enemigo, sin que fuera posible de parte de éste la misma táctica, porque el ejército de la insurrección tenía a su favor al misterio de los bosques para encubrir sus manejos y el conocimiento del país para calcular y entorpecer los de su contrario".

(19) Agramonte y Jordan formaban una magnífica pareja de soldados. Si acaso, sólo una vez estuvieron en desacuerdo, cuando el segundo quería separar, de un solo tajo, a los soldados cubanos de su familia, en tanto el Mayor, que aplaudía y secundaba la idea de la separación, con mayor sentido práctico, quería se llevase a efecto escalonadamente.

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